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Crónicas Bosteras: La vida a pedir de Boca. Hoy Pierino y Panteón

Todos los jueves una nueva entrega. Exclusivo de SoyBoca. Por Ricardo Poilischer

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Pierino

El tipo se sentaba siempre en el último asiento.

Todos los domingos, tomábamos el 25 en la terminal para volver y ya lo conocíamos, siempre serio, engominado, hacía la fila como nosotros, para viajar sentado, sacaba su boleto y enfilaba hacia el fondo, quizá para estar al toque de la puerta trasera y no tener que molestar a nadie.

Porque Pierino no iba a molestar a otro bostero jamás.

De conocernos de vista comenzamos a entablar charlas, como con tantos otros a través de los años. No faltaba nunca y terminamos haciéndonos amigos.

No conocí otro igual, no era nada más que amor lo que sentía por el Club, más bien era una devoción absoluta.

Empezó a venir de visitante con nosotros, era una pila de nervios y no dejaba de morderse las uñas, caminaba para un lado y para otro.

Si se daba el caso que Boca convirtiera un gol mientras bostezaba, pues bien, se quedaba el resto del partido con la boca abierta.

Un 25 de mayo, me lo crucé por Caballito, vivía por allí y venía con su pequeño hijo de la mano.

-Venimos de ver el maratón, me contó tranquilamente, por las fiestas mayas, ¿viste?, corría un muchacho del club y lo fuimos a alentar.

Pierino no seguía a Boca en futbol nada más, era capaz de ir solo a alentar hasta en un partido de ajedrez.

Un día no vino y nos llamó la atención, y al domingo siguiente tampoco, por supuesto llamé a su casa y me enteré que no estaba bien.

Nos pusimos de acuerdo con un par de pibes y lo fuimos a ver.

Su mujer nos recibió y advirtió: Chicos, yo les agradezco, pero mi marido no está bien y ya no reconoce a nadie.

No lo podíamos creer, esa maldita enfermedad lo había devorado en cuestión de días.

Entramos a su dormitorio temerosos, lo vimos blanco, muy flaco, el tanque de oxígeno hacía más dramática la vista.

Pierino abrió los ojos y para sorpresa de todos, nos nombró, uno por uno.

Sonrió y habló de Boca hasta por los codos, no olvidaba detalle.

No nos pareció raro, el hombre podía no reconocerse a sí mismo, pero cualquier recuerdo sobre Boca lo conservó hasta el último aliento.

Fue la última vez que lo vimos…

El pequeño que paseaba de su mano en aquel mayo, creció no muy diferente a su padre y nos seguimos viendo en todas las canchas.

Bueno, a decir verdad, al viejo lo seguimos viendo por ahí, caminando entre la gente y a través de ella, comiéndose las uñas o con la boca abierta.

Hay una canción que dice “ni la muerte nos va a separar”.

Pierino se la tomó muy en serio…


Panteón

Que lindo tenerlos acá ¡! La concha de la lora ¡!!!!

La mesita de jardín con la picada era una gloria, Antonio, sentado a la cabeza, tomaba por el cuello a sus dos amigos con sus enormes brazos

Pero que alegría carajo ¡!!  

Silvio y Rubén se miraron y asintieron con la mirada, que bueno era verse otra vez.

Antonio sirvió el aperitivo, era un día maravilloso y se iba a poner mejor.

A la tarde se jugaba el clásico y lo verían todos juntos, porque esperaba más amigos y la picada lo delataba, había como para un batallón.
¿Están nerviosos muchachos?, mientras llenaba los vasos...

Dejate de joder ¡! A esta altura ¡!  Para nada ¡!!  Nervioso estuve aquella vez, ¿te acordás? Lo que hiciste, Antonito… ¿tomaste conciencia alguna vez?

¿Yo?, yo de última tuve intuición, suerte, que se yo, respondió modestamente, pero este. señaló a Rubén con un leve movimiento de las cejas. este si resolvió con clase, apuntó, eligió el lugar, sorprendió y la metió. Y mirá que Ubaldo no era nada fácil, te lo digo yo que del tema la sé lunga, se ufanó.

¿Clase? Clase tenía Silvio, respondió Rubén no yo, era lindo, era elegante, era impasable y una flecha cuando subía, mirá que pasaron años y no hubo ninguno mejor, ni antes ni después de el¡!

Che, paremos de tirarnos flores, parecemos todos viejos llorones, cortémosla con los elogios y dediquémonos mejor a este salamín que se ve espectacular

Rieron con ganas, estaban contentos

Que pasa, maricones¡!!  Se oyó desde el fondo Ustedes cotorreando y yo haciendo los ravioles .me hacen laburar y ni siquiera me alcanzan un trago.

Roberto ¡!! Exclamaron al unísono, Para de quejarte, lo torearon, ¿de que los estás haciendo? ¿De Pollo y verdura?

Lastimosamente no, compadre¡!  Hoy salen de ricota y verdura, pedido de Huguito que está medio delicado
Viene el Uru? Inquirió Antonio...

Mas bien, se ganó el lugar con la nuca¡! ¿O te olvidaste?

Mas bien que no ¡! Contestó el tano riéndose, lo que no sé es que hiciste vos, además de quilombo¡!!

Todos festejaron la ocurrencia, Roberto portaba el palo de amasar y amenazaba a todos.

¿¿¿¿Acaso quieren masa ustedes también????  Jajaja, y bueno muchachos, yo no tenía sus talentos, pero ustedes saben. Dejé todo por la camiseta y contra los primos cumplí siempre¡! La gente me puso acá, de otro modo, ¿cómo hubiera entrado?

Cuando tenés razón, tenés razón ¡Gritó Hugo desde la puerta, venía con el viejo Severino que no se sacaba la boina nunca.

Severino viejo nomás¡!!  Lo recibió Roberto a los gritos, este sí que tenía un cañón en la cabeza¡!!  

Dejame  de joder ¡! Se ponía una chapita en la boina esa para darle más fuerza, lo vendió su paisano, Ja!! Si le pegaba con la nuca como papá agregó llevándose la palma de la mano al pecho, no llegaba ni al área chica¡!!!

El clima era alegre, como no podía ser de otra manera, cada clásico era un ritual, picada, vermucito, cerveza, vinacho, pasta o asado, y, sobre todo, amigos, amigos afortunados que podían compartir eso que no cualquiera podía y por si alguno se quería colar, afuera, en la puerta, José, férreo guardián, cuidaba que nadie que no lo mereciera, pudiera pasar.

Y se fueron agregando Paulo y el Toto Lorenzo y el Atómico y el pez volador, el leoncito Natalio y Carmelo.

Y Roberto que le ponía sal al asunto.

Ehh!! Manga de curepìs ¡!!  A ver quién me da una mano que hoy somos una banda¡! (con perdón de la palabra.

Y en eso estaban, divirtiéndose, contando una y mil anécdotas, Silvio que agarra una manguera para graficar como le llovía la cabeza cuando en el Monumental le abrieron los grifos para arruinarle la vuelta y no hicieron más que agregarle épica y Valentim que quería ir a visitar a Amadeo porque, si bien lo tenía de hijo y le metía goles siempre, el viejo Amadeo, dicho por él, era un “señor”.

El uruguayo fue finalmente a dar una mano con los ravioles, tarea a la que se sumó alegremente don Calumìn, que la tenía re clara.

De repente se asoma José, el guardián, y con vozarrón aguardentoso avisa...

Che ¡! ¡¡Muchachos!! Quiere pasar Don Alfredo ¡! ¿Qué carajo le digo?

Es que Don Alfredo había jugado para los primos, pero también, fue parte de la gesta que Silvio no se cansaba de recordar.

Y por qué quiere venir con nosotros preguntó curioso don Carmelo...

Y, afirma José…dice que allá se caga de frío¡!!

Todos festejaron a Alfredo y lo invitaron a pasar, aunque ya don Armando y don Alegre lo habían abarajado en la puerta y lo traían del brazo “Vos entras con nosotros, le dijeron, y quien iba a discutir con esos dos?

Y así transcurría un día más de clásico en el panteón azul y oro, ese solo reservado para las glorias Xeneizes.

Solo faltaba hacer un poco más de lugar porque los 71 héroes de la Puerta 12, siempre, pero siempre, llegaban todos juntos...


Ricardo Poilischer es socio vitalicio, asambleísta casi sin interrupciones entre los años 2000 y 2015 por la Agrupación Nuevo Boca, recordado por su oratoria a la hora de solicitar la inclusión de estrellas toda vez que la ocasión lo ameritaba. Es Técnico en turismo e instructor de spinning, desarrolla su actividad laboral en el ámbito privado. Apasionado de la azul y oro, el cine y la historia argentina.

Todos los jueves una nueva entrega. Exclusivo de SoyBoca. Esta recopilación no pretende ser un libro de cabecera ni mucho menos un best seller. Es apenas una crónica de recuerdos, anécdotas, que pueden ser propias y colectivas, porque así es Boca, un fenómeno de masas unidas por el hilo conductor de sus colores, memorias que se transmiten de generación en generación, memorias que pueden ser mías y de todos a la vez. Es un homenaje a la gente que La Bombonera me hizo conocer y querer, semblanzas de algunos de nuestros héroes donde siempre faltará alguna pues el olimpo de nuestros dioses es infinito, ficciones de insomne y notas que fueron publicadas en momentos urgentes. En definitiva, la necesidad de volcar en el papel, el amor incondicional a nuestra camiseta. A veces creo que lo que van a leer no lo he escrito yo, lo hemos escrito todos, por lo menos los que estamos de este lado de la vereda, donde da el amarillo del sol, y el azul del cielo.