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Así tejió Angelici el proyecto del nuevo estadio de Boca

Investigación de Nicolás Rotnitzky para Diario Popular

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El presidente “xeneize” nunca escondió su intención de levantar una nueva cancha a metros de la Bombonera. Pero la estrategia que utilizó para conseguir los terrenos esconde irregularidades y abrió una grieta incluso al interior del club. Una investigación de DIARIO POPULAR revela la trama secreta detrás del ambicioso proyecto.

La intención de Daniel Angelici de construir un nuevo estadio para Boca no era una idea escondida en su cabeza, ni un deseo expresado ante los más íntimos bajo la tenue luz de su despacho presidencial en Brandsen 805. En campaña electoral lo decía a los gritos: "Estoy seguro de que hay que hacer una nueva Bombonera a 100 metros de la cancha". No improvisaba. Ya en 2011, año en que asumió la presidencia por primera vez, estaba convencido. En uno de los apartados de su plataforma electoral detallaba los pasos que seguiría para implementar el proyecto. En diciembre de 2015, obtuvo la reelección con el 43,78% de los votos. Y avanzó, con la firmeza de un tanque de guerra, en la concreción de su promesa. "Angelici nunca mintió con la cancha", dice Guillermo Dell'Oro, integrante de la Mesa Directiva de Representantes por la minoría y representante de la agrupación Juntos por Boca.

El primer paso lo dio en enero de 2016, apenas un mes después de conseguir su segundo mandato, cuando consiguió los terrenos ubicados detrás de Casa Amarilla a través de una licitación hecha a medida, según pudo reconstruir DIARIO POPULAR en base a documentos y testimonios de diversos dirigentes.

Los terrenos comprenden 3,2 hectáreas ubicadas entre las calles Blanes, Espinoza, Palos y Almirante Brown. Siempre en desuso, Boca los quiere desde la época de Antonio Alegre, entre finales de la década del '80 y principios de los '90. Cuando Mauricio Macri asumió la presidencia en 1995, los puso en la mira, como un ave rapaz que elige su presa más deliciosa. Falló. Jamás los pudo adquirir. Pero sembró las condiciones a partir de 2007, ya como Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

En 2005, el Instituto de la Vivienda de la Ciudad (IVC), un organismo estatal dueño de las tierras, las destinó para la construcción de 1231 hogares. Se presentaron 4337 solicitudes de familias interesadas. Pero a partir de una demanda de la Asociación Civil Casa Amarilla, los terrenos quedaron en una encrucijada judicial. En 2008, con Macri en el poder, a raíz de un acuerdo entre la Asociación Civil y el Estado, la Justicia autorizó la construcción de 431 viviendas, un 30% de lo acordado. Hoy hay cuatro complejos de edificios sobre Almirante Brown. A sus espaldas, con la calma del campito vacío, con tierra muerta y varios arcos de fútbol improvisados, el descampado está servido para montar un nuevo estadio.

Se trata de un proceso marcado desde el comienzo por una serie de irregularidades. La primera la cometió el IVC. Cuando los terrenos dejaron de estar judicializados, el IVC se desprendió de ellos: se los otorgó al Gobierno de la Ciudad, comandado por Macri, sin consultar antes a la Legislatura porteña. Sin embargo, la reglamentación interna del IVC establece que solamente puede transferirle tierras al Poder Ejecutivo sin la intervención de la Legislatura si especifican que dichas tierras son destinadas para educación, seguridad o salud. En este caso, no especificaba el motivo. Simplemente las cedió. A su vez, la Ciudad se las traspasó a la Corporación Sur, una sociedad del Estado abocada a manejar los bienes de la ciudad. La Corporación Sur inició una licitación a la medida de Boca, según documentos a los que DIARIO POPULAR tuvo acceso.

—La licitación fue una chanchada para Boca— dice Jonathan Baldiviezo, abogado del Observatorio del Derecho de la Ciudad.

Solamente podían presentarse "organizaciones no lucrativas con 10 años o más de existencia", que acrediten "al menos 10 años realizando actividades en la Comuna 4" y que tengan "al menos 500 integrantes". Además, en sus Estados Contables cerrados en 2015, su patrimonio neto debía ser "igual o mayor que el 80% del costo de los inmuebles (la tierra) más el valor de las inversiones". El valor de los inmuebles, tasado por el Banco Ciudad, fue de $180.600.000. Las cifras, las exigencias, los antecedentes: todo olía a Boca.

Pero en el camino había otros obstáculos: los terrenos estaban destinados para espacios verdes y el club necesitaba que la Legislatura cambiara esa disposición si quería construir el nuevo estadio en esas tierras. Así, en noviembre de 2014, Oscar Moscariello, vicepresidente de Boca y de la Legislatura al mismo tiempo, presentó una iniciativa para modificar la zonificación de los terrenos ubicados detrás de Casa Amarilla. El proyecto impulsado por el PRO llamado "Estadio y Complejo Deportivo Club Boca Juniors", consiguió un veloz dictamen a favor de la Comisión de Planeamiento. En el recinto, la sopa era más espesa. El PRO precisaba una doble lectura y dos tercios del parlamento: es decir, conseguir 40 votos dos veces, con una audiencia pública en el medio. Sin el consenso y para evitar abrir un nuevo frente en la opinión pública, el PRO bajó el proyecto.

Boca optó avanzar por otro camino. Probablemente sabía que faltaba poco para hacerse con los terrenos.

El 21 de enero de 2016, con un operativo policial extraordinario, funcionarios de Corporación Sur abrieron una caja enorme que guardaba un único sobre de papel madera. Solamente una institución había presentado una oferta. Era Boca Juniors. La propuesta, inferior al valor de mercado de los terrenos, fue por $115.000.000.
—Antes de abrir los sobres, ellos lo sabían: nos dijeron que el único oferente era Boca Juniors— dice Natalia Quinto, referente de La Boca resiste y Propone, una organización barrial multisectorial.

—Nosotros fuimos al pliego, no nos dejaron entrar, aunque la apertura de los sobres era pública. Al final, ingresó un grupo de cinco, seis personas. Y cuando entraron, la cosa era juzgada: había un solo sobre— dice Claudio Giardino, dirigente de Boca es Nuestro, una organización históricamente opositora a Mauricio Macri.

Quinto y la ONG Observatorio del Derecho a la Ciudad presentaron un amparo en la Justicia porteña para suspender la licitación. El juez Pablo Mántaras no dio lugar.

En la Justicia, juega Daniel Angelici. "La Justicia sabemos quién la maneja", dice Giardino. "Es capaz de torcer las voluntades de los jueces a favor del Gobierno", denunció el fiscal federal Federico Delgado en una entrevista con Radio con Vos del 7 de septiembre de 2016. Angelici todavía enfrenta una denuncia realizada por Elisa Carrió por tráfico de influencias. "Como presidente de Boca, conozco a muchos jueces y fiscales", dijo el propio Angelici en una entrevista con Canal 26 el 6 de noviembre.

Giardino tampoco participó en la Asamblea de Representantes de Boca del jueves 31 de marzo de 2016. Aquel último día de marzo, los 210 asambleístas de Boca debían aprobar la incorporación de los terrenos al patrimonio del club. Todo era, en realidad, una puesta en escena. Por estatuto, la agrupación ganadora de las elecciones presidenciales consigue el pan y la torta. Además de manejar el poder ejecutivo, aglomera 2/3 de los miembros de la Asamblea. La oposición se reparte el tercio restante proporcionalmente. En este escenario, Angelici contaba con los brazos necesarios para legalizar la adquisición. Y contó, también, con las manos de los opositores. 

—Votamos a favor con una salvedad muy clara: que esos terrenos no deben ser usados para otro fin que no sea social, cultural y deportivo para los asociados de Boca y el barrio de La Boca. Y primó la conciencia de que se incorporaba un patrimonio muy importante al club— dice Guillermo Dell'Oro.

El único que se abstuvo fue Carlos Monteserín, asambleísta de Juntos por Boca.

—Me abstuve porque es falso. ¡Cualquiera sabe para qué quieren usar esos terrenos! Aunque hoy pongan un árbol y una hamaca, yo sé que ahí quieren hacer un estadio— dice.

Monteserín no vio los pliegos que recibieron los asambleístas porque no va a las reuniones de representantes. El oficialismo les mostró los planos a los encargados de avalar la compra. El plan, al que DIARIO POPULAR tuvo acceso, ocupaba los 32000 metros cuadrados de una forma pretenciosa, coqueta: un centro cultural de 1500 metros cuadrados, una sala de teatro independiente de 500 metros cuadrados, varias playas de estacionamiento. El parquizado, el terreno libre, no alcanzaba los 19000 metros cuadrados, todos desparramados entre sí.

Semanas después de la aprobación, sin embargo, se destapó un proyecto distinto. Estaba foliado con sellos de Corporación Sur: era el que Boca le había presentado en el pliego. Los planos, a los que también tuvo acceso DIARIO POPULAR, eran opuestos: 300 metros cuadrados repartidos entre un teatro, una biblioteca, una galería de arte y un centro cultural, todos abarrotados en las esquinas del terreno, mientras en el corazón del baldío se dibujan algunos autos estacionados: un parquizado de 29200 metros cuadrados, generosa medida para levantar una cancha para 80.000 personas, tal como prometía Angelici en su plataforma.

—No creo que haya dos planos, eso es imaginación de quienes lo vieron— dice Carlos Aguas, prosecretario del club, partidario de remodelar La Bombonera.

Cuando DIARIO POPULAR pidió una entrevista con Francisco Quintana para consultarle sobre los dos planos, el presidente de la Asamblea se escudó en su "apretada agenda" para no dar declaraciones. Una semana después, dialogó con un programa partidario de Boca.

Una de las ideas del presidente fue realizar un plebiscito para consultarles a los socios si estaban de acuerdos con mudar La Bombonera. En Boca, revela un alto dirigente oficialista, no cuentan con una noción real de cuántos socios tienen. Otros dicen que, sumando activos y adherentes, la cifra oscila entre 170.000 y 180.000 miembros. Angelici pretende preguntarles a todos ellos si apoyan el traslado de La Bombonera, o si quieren dejar al mítico estadio tal como está, sin remodelaciones. Quiere preguntarle a todos: a los 40.000 que domingo por medio van a Brandsen 805, y a los 140.000 socios que abonan una cuota y, por falta de espacio, se encuentran obligados a ver los partidos por televisión. "Las encuestas me apoyan: tengo el 70% a favor de construir un nuevo estadio", dijo Angelici a Canal 26. La figura del plebiscito no está contemplada en el estatuto de Boca. Angelici puede hacer incluso la consulta por mail –como ensayó en algún momento- o a través de una encuesta telefónica. Si los votos no lo acompañan, puede avanzar de todos modos.

—Si hacen el plebiscito limpio, no ganan— dice Luciano Caldarelli, referente de Boca es Pueblo, una de las agrupaciones del club más comprometidas con la militancia barrial.

Daniel Angelici ignoró los pedidos de entrevista de DIARIO POPULAR para hablar del tema. Royco Ferrari, su vicepresidente, también se escudó en su agenda mientras desfiló por otros medios.

El estadio para 80.000 personas, según cotizó el propio Angelici, costaría 300 millones de dólares, una cifra imposible de afrontar para la economía de un club argentino. Los capitales vendrían del exterior. Y las empresas se llevarían su parte: "Se reconocen las ubicaciones actuales, y el resto va a las empresas que construyen", dijo Marcelo London, un histórico dirigente Xeneize, el 10 de octubre del 2015 en diálogo con Soy Boca Radio.

—Esa cifra de 300 millones serían el fin para Boca. Es la ruina para cualquier club, hasta para Boca— dice José Luis Palazzo, integrante de la Mesa Directiva de Representantes por la minoría y de Nuevo Boca, agrupación de Roberto Digón que acompañó a José Beraldi en las últimas elecciones.

—No hay manera de financiar semejante inversión, de recuperar semejante inversión, si no es con abonos carísimos— agrega Dell'Oro.

Con el viento a favor, Angelici puede avanzar sin mayores inconvenientes hasta la meta. El cambio de categoría de los terrenos espera en el horno de la Legislatura. Y en Boca no habría mayores inconvenientes: con 106 votos de la asamblea, aunque varios oficialistas le hayan comunicado que no lo apoyarán con el voto, se podría aprobar la construcción. "La única esperanza que tengo para impedir el nuevo estadio es la movilización popular, que la gente salga a la calle", suelta, como quien larga la última bocanada de aire, Dell'Oro. Palazzo elige la ruta judicial, y confía en los asambleístas del oficialismo: "Vamos a ir a la Justicia porque Boca compró un pliego de una licitación donde le dicen qué es lo que tiene que hacer. Iremos a la Legislatura", aporta. Para el prosecretario Aguas, "la decisión la vamos a tener que tomar quienes gobernamos el club".

Mientras tanto, en la cabeza de Angelici hay un barrio único en el mundo: dos estadios del mismo equipo a 200 metros entre sí, como si La Boca tuviese la fuerza de Hércules para aguantar dos moles inmensas de cemento. Como si la naturaleza soportara dos edificaciones titánicas, una al lado de la otra.

Investigación de Nicolás Rotnitzky para Diario Popular

La palabra de Marcelo London en SoyBocaRadio