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Loor, gloria y honor a Carlos Bianchi. Por Leandro Valdés

La opinión del hincha

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Desde ya que no fue el semestre esperado. La ansiada segunda vuelta de Carlos Bianchi como DT, el más ganador de todos los tiempos, tuvo resultados por demás llamativos. Su tercer ciclo incluyó abultadas goleadas en San Juan, Rosario o en el Bajo Flores, sumados al anteúltimo puesto (compartido) y al record de partidos sin ganar por torneos AFA, siendo ellas las notas más destacadas por la prensa, la que ciertamente poco aprecio le tiene al Virrey. Encima el nombre de Mauro Bianchi es mencionado más que del enorme e híper confiable arquero Orión.

Fueron 31 partidos oficiales, con muchas más derrotas que victorias. No tiene sentido caerles a los 13 penales sancionados en contra (en los pitados a favor de Rafaela o San Lorenzo para mí no hubo falta, incluso el de Godoy Cruz o los dos a favor de All Boys –campeonato y Copa Argentina- fueron raros), ni a los 11 expulsados, ni a los penales no sancionados a nuestro favor (Arsenal x 2, Argentinos o Estudiantes, etc.), o el insólito gol no cobrado con Belgrano, o a los más de 20 lesionados (varios de ellos en dos o hasta tres oportunidades). No, no hay que quedarse con eso, siquiera con los increíbles momentos del partido en que recibíamos (o no nos daban) un penal o nos expulsaban un jugador, en la enorme mayoría de los casos decisivos para el desarrollo del partido.

Hay que quedarse con Carlos Bianchi. Yo confío en Carlos Bianchi. Confío ciegamente. Por eso el título de la nota. Y voy a explicar que mi confianza es mucho más objetiva que mi incondicionalidad hacia él.
Bianchi asumió en Boca por primera vez en julio de 1998, post mundial. No era el candidato de los dirigentes, sino que era Passarella, hasta Brindisi asomaba por encima del Virrey. Recordemos que Boca venía de armar dos planteles enteros (el de Bilardo y el de Veira) con resultados peores a los ansiados, máxime por las multimillonarias inversiones. Encima estábamos a un año de las elecciones. No era el momento ideal para empezar a escribir su historia en un club del que sólo se relacionaba por marcarle goles de todos los colores y por birlarle (ya como DT) un torneo en el año 1995 a partir de un increíble sprint final. Boca había logrado un solo título local en 16 años, llevaba una sequía pronta a cumplir los seis años.

Para colmo, recibió un plantel desmembrado, que venía de un pésimo semestre. Se habían ido varias piezas titulares como Fabbri, Latorre, Cardozo, Caniggia, sumado a que Maradona se había retirado, que Berti se había lesionado gravemente. Solano deja el club en plena pretemporada.

El plantel era corto, no llegó un solo refuerzo durante la pretemporada, mientras los jugadores se iban. Ibarra llega un martes a la noche y debuta un miércoles con Vélez por la Mercosur. Barijho es habilitado recién para la segunda fecha, como Pereda (recomendado por Piazza). Ante la imposibilidad de traer a Bassedas, del ostracismo hace traer a Basualdo (que se había ido peleado con Bilardo).  Pero en Tandil dio la “10” al máximo ídolo de la historia del club (era suplente con Veira), la “7” al futuro ídolo Barros Schelotto (también suplente durante el ciclo anterior) y creó la frase “optimista del gol” para quien sería el máximo goleador de la historia del club. Promocionó al juvenil Samuel. Mantuvo a Córdoba (con Veira hubo momentos en que fue suplente del Pato Abbondanzieri) en el arco a pesar de los errores en sus primeros partidos y la dura crítica de la prensa para con él. Arrancó con Navas hasta su tonta expulsión en Avellaneda y siguió con el resistido pero muy efectivo Basualdo. La cinta fue para un caballero y uno de los pocos que ya había salido campeón AFA (Cagna). La historia la conocemos todos. Fue única y seguramente irrepetible. Hasta reincidió en su primera vuelta 2003/2004. Como dije, creó un equipo de jugadores campeones, ídolos, próceres, cuando previo a ello no lo eran. Y lo hizo con el plantel 98/01 y lo repitió con otro plantel totalmente distinto en 03/04. Como dice Riquelme, les enseñó a ganar.

Pero este semestre no fue igual. Recibió un equipo con jugadores campeones, muy veteranos en su mayoría, que venían de jugar con un DT que se jactaba de decir que “bloqueaba a los rivales” pero jamás veíamos dos pases seguidos. Muy efectivo, sin jugar bien sino sostenidos a partir de Orión, Roncaglia, Schiavi, Insaurralde y Clemente, un medio en bloque, que recibió la increíble cantidad de 7 goles en un torneo, sólo uno más que los marcados por el descendido San Martín recientemente. Llegó a la final de Copa y nos llevamos la Copa Argentina, ganando en los 90 minutos sólo la final y a Central Córdoba de Rosario, todos lo demás (siempre con equipos del ascenso) se ganó por penales. Riquelme decía que la suerte se iba a acabar. Y se acabó. Falcioni se tuvo que ir.

Pero fue la gente la que pidió que se vaya porque Angelici ya había arreglado su renovación en Puerto Madero, fueron los hinchas genuinos los que pedimos la vuelta de Román –con banderazo incluido- y sobre todo, despertar de la larga siesta al Virrey. Y vino el Virrey, por tres años.

¿Yerra al Virrey con sus compras? Ribair tuvo un desgarro de más de un mes, el Burrito Martínez jugó peor que nunca y a Perez le cuesta la adaptación. Vayamos uno por uno. Ribair tiene temperamento y despliegue, tal vez –pero en menor medida- al que tenía Serna y claramente el que no tiene Somoza (gracias por todo, pero adiós). Pérez era una apuesta a lo Schiavi. Yo recuerdo que el primer semestre de Traverso con Veira fue un desastre, pero con Bianchi post 99 fue un jugador irremplazable. Hay que esperarlo, sobre todo porque jugar con la velocidad de Caruzzo no ayuda.

¿Y entonces, porque tengo fe? Porque percibo que Bianchi nuevamente está armando un plantel de jugadores con hambre de gloria, sin vedetismos, donde todos quieran ganar y se maten por el compañero. Se están yendo los que se tenían que ir (por trayectoria, a Erviti lo voy a extrañar, pero si se quiere ir, hasta luego), difícilmente existan hinchas que no concuerden con los apellidos que Bianchi tilda de prescindibles. Sólo Caruzzo podría ser agregado, pero eso depende de cuantos centrales traer Boca pues tirarlo a Magallán de una puede ser anticipar etapas.

Tiene a su lugarteniente Riquelme (que dicho sea de paso, siempre es el culpable de todo, hasta se lo acusa de armar equipos pero sus dos mejores amigos se van…), tiene un gran arquero, pero necesita armar un defensa sólida y gol. Ninguno de los centrales de Boca generan total confianza. La férrea defensa que tenía Falcioni fue diezmada y ningún puesto fue debidamente cubierto. La apuesta del Cata Díaz cumple un doble rol: potenciar a su compañero de zaga y tener voz de mando en una defensa que muchas veces dejaba libre a los rivales por mirar la pelota, que no siempre saltaba en las pelotas paradas. Fue pública y notoria la anécdota que Bianchi paró una práctica porque Burdisso no marcaba al delantero mientras Boca atacaba.

En defensa, Bianchi elegía a un experimentado y un juvenil (Bermúdez Samuel o Schiavi Burdisso). Además, bancó al promisorio Marín en el puesto de remate, Zárate no desentona y veremos a Insúa. De todas formas, le falta un lateral al plantel.

El medio está bien. Ni hablar si viene Gago (ojalá!). Ledesma va a volver a ser quien fue, por suerte Bianchi le pidió a Erbes que se quede y está la joyita Sanchez Miño. Ribair, puede ocupar los tres lugares. Bravo es un proyecto.
Arriba hay notorias falencias. Acosta se va del club jugando 30 partidos y sin marcar. El Burrito gambetea más de lo que juega, le sirve a su lucimiento personal pero no al equipo, sobre todo porque rara vez la pelota sigue en poder de Boca cuando la recibe. Silva para mi restaba, Viatri había bajado su nivel hasta la displicencia y Blandi es el goleador que Bianchi pidió que se quede. Palacios se mostró veloz y encarador. Veremos si Gigliotti hace los goles que Boca malogró este semestre, que fueron muchos, demasiados. 

Entonces, es hoy el momento de Bianchi. ESTE el momento en que el Virrey, con un solo torneo por jugar como un 1998 (a la Mercosur nunca le dio importancia), tendrá una semana entre partido y partido, se meterá en la piel de los jugadores, los llenará de hambre, de garra, les enseñará a algunos y le recordará a otros lo que es decir presente. Porque dentro de la malaria a nivel resultados, Boca fue más que Corinthians y que Newell’s (el campeón AFA) por la Copa y hasta ganó en Montevideo con uno menos desde el inicio. Fue más que Lanús y con varias suplentes empató con River (los escoltas AFA) perdiendo desde antes del minuto. Fue más que los siempre difíciles Estudiantes y Vélez. Debió ganarle a Belgrano. Con altibajos y nula regularidad, en los partidos ante los mejores rivales, Boca pudo decir presente. De hecho, la Bombonera está gestando su racha invicta de manera silenciosa. Entonces, como dije, ahora el Virrey podrá impregnarle a los jugadores que presente se debe decir siempre, que no hay lugar para tontos penales o tontas expulsiones. Y no me olvido que contará con Román más entero, porque cuando el 10 juega, los otros 21 testigos en el campo de juego aprenden.

Como síntesis, con el Cata, Gago, Gigliotti y un lateral (ojalá un central más) y con el plantel que hay (ojalá no vendan a nadie más allá de los prescindibles, como pidió el Virrey post campeonar en 1998), yo pongo todas mis fichas a Boca. Porque está el Virrey, porque está Román, y porque los hinchas de Boca –los genuinos- estaremos siempre de su lado. Loor, gloria, honor y agrego respeto a Carlos Bianchi.

Por Leandro Valdés @leandrovaldes12



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