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Apología desmesurada de Juan Román Riquelme

Por @kanelonmonger

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Nota publicada originalmente en: Noinventamosnadanuevo

En los últimos 5 años me he cansado de escuchar a hinchas de Boca (no de otro club, de Boca) criticar a Juan Román Riquelme por un sinfin de causas. Que es camarillero. Que es mal tipo. Que no le importa otra cosa que él mismo. Que vive lesionado. Que perjudica al club. Que antpone a su persona por sobre Boca. Que no entrena.  Todo lo que estuviera mal o pudiera estarlo se le achacaba al número 10. Y el día de ayer, luego de que Boca fuera derrotado por el Corinthians en la final de la Copa Libertadores de América, el enganche declaró que no seguiría jugando en el club de la ribera. Y yo tengo un mensaje para todos aquellos que en los últimos 5 años criticaron a Román, discutieron su renovación y su condición de mejor jugador del torneo argentino: les pido encarecidamente que me chupen bien la pija.
En Boca se ha desatado en los últimos años un conflicto generacional que trasvasa todo lo que tiene que ver con el club en sí. La mayoría de los hinchas de mayor edad se encuentran encolumnados en ese eje constituido por el presidente Angelici, el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires Mauricio Macri, y el máximo goleador histórico del club, Martín Palermo. No es una teoría conspirativa. Estos son los tres principales nombres a tener en cuenta a la hora de entender lo que sucedió entre anoche y hoy dentro de Boca Juniors. Angelici es el mismo tipo que discutió a muerte la renovación de Juan Román Riquelme allá cuando Amor Ameal le tendió la posibilidad de mantenerse en el club al mejor jugador que haya utilizado la camiseta Xeneize, al menos en los últimos 30 años (me atrevería a decir más, pero respetemos la historia y a aquellos que tuvieron la suerte de contemplarla, sufrirla y disfrutarla). El actual presidente, entonces tesorero, hizo todo lo humanamente posible para bloquear la renovación del contrato del 10. Conocido hombre de Macri en el club (cuando todavía se barajaba la posibilidad de que el líder del PRO volviera a la presidencia de Boca en caso de que perdiera las elecciones en la ciudad) lo de Angelici era nada más y nada menos que plantar bandera. Marcar la cancha. Tomar posición. Y la posición era en contra de Riquelme y a favor de Martín Palermo, dentro de la dicotomía que recorrió el club durante los últimos años.

Un Riquelme que siempre fue mencionado como camarillero, como egoista, como mal tipo, como poco solidario, como no querido por nadie, en un discurso que fue reproducido por buena parte de los medios de comunicación deportiva de la Argentina. Camarillero, egoista, mal tipo, poco solidario y no querido. Todo esto. Casi nada. Mientras tanto, Palermo era dibujado poco menos que como un prohombre, un individuo que aglutinaba en su ser todas las características buenas que puede tener un ser humano. Los mismos medios que caricaturizaban un Riquelme nefasto, engrandecían la figura del Titán más allá de lo futbolístico de forma sospechosamente exagerada. Un Palermo capaz de pedir a un técnico que pusiera a jugar a un amigo suyo y no a otro compañero, un Palermo que iba a visitar al conocido jefe de la barra brava del club cuando este cayó preso, un Palermo que siempre tuvo relaciones inmejorables con los sectores más violentos de los "hinchas a sueldo" que tiene Boca, un Palermo que, semana tras semana, comía prácticamente solo en el comedor del club. De nuevo: el camarillero, egoista, mal tipo, poco solidario y no querido, para los medios y muchos hinchas, era Riquelme. En fin.
 
Y si, Riquelme no fue un discípulo de Palermo o Guillermo Barros Schelotto, ídolos en todas las de la ley, pero que fuera de la cancha (así como dentro) han preferido los subterfugios y la rosca por detrás que dejar las cosas en claro. Riquelme siempre se mostró, desde lo humano, como un firme heredero de lo que habían demostrado ser la tríada de colombianos que engrandeció a Boca a finales de los '90 y principios de los '00, en especial Jorge Bermúdez y Mauricio Serna. Como ello, Román entiende que un jugador tiene sus derechos, que la dirigencia del club no representa necesariamente ni a sus hinchas ni lo que realmente le conviene a la institución, como ellos siempre declaró lo que pensaba sin importar el qué dirán, y como ellos, se dejó el alma adentro de la cancha en cada oportunidad. Tal vez nadie lo recuerde, pero tanto Serna como Bermúdez terminaron abandonando Boca por la puerta de atrás, en una vendetta de las que gusta asestar el señor Mauricio Macri. La situación actual de Riquelme no es distinta. Macri se está cobrando una deuda personal de la mano de Angelici. Como bien dijo Riquelme alguna vez, el Jefe de Gobierno sabe que ocupa la posición que ocupa gracias a que en 2007 decidió pagar alrededor de 3 millones de dólares por un préstamo. Una locura. Pero una locura que le permitió ganar una Copa Libertadores, ya que el jugador por el que se abonó semejante cifra era Juan Román Riquelme. Una vez fuera del club, Macri se dedicó a criticar gastos desmesurados del mismo tipo en los que él había incurrido, como cuando Pompilio compró el pase del enganche o Amor Ameal decidió renovarle. Y esta vendetta comenzó a forjarse con esta renovación. Muchos "hinchas" comenzaron a achacarle al 10 el hecho de estar robando en el club, cobrando fortunas cuando vivía lesionado. De hacer una fortuna en detrimento de la institución de la que se decía hincha. Estos son los mismos que ignoran que en el siglo XXI, en el mundo del fútbol, un jugador del reconocimiento mundial que tiene Riquelme es capaz de lograr contratos inimaginables viviendo de la forma más tranquila posible. Medio Oriente, Brasil, México, China, están demostrando ser lugares a donde los otrora jugadores de clase mundial pueden disfrutar de un retiro dorado sin inconvenientes. Riquelme prefirió quedarse en Boca. Los socios del club respondieron votando a Angelici, a Palermo, a Macri.
 

En el año 2004, enfrascado en un conflicto con el entonces presidente de Boca Mauricio Macri, Javier Villarreal, integrante del equipo campeón del mundo del año anterior, supo que no iba a continuar jugando en Boca una vez finalizara su contrato. Venía jugando por el 20%, a sabiendas de que al club no le interesaba mantenerlo en el plantel más allá de su rendimiento superlativo y su sacrificio por los colores azul y oro. Bianchi, conociendo la valía del jugador, lo mantuvo activo y fue absolutamente fundamental para que Boca llegar a a la final de la Libertadores 2004, dejando en el camino a River Plate. Repito: todo esto sabiendo que no habría de continuar en el club.
Este año se dio la misma situación con Facundo Roncaglia. Este, tras su vuela, había ocupado un espacio en la cancha, el de lateral derecho, que había traído muchísimos dolores de cabeza a los técnicos desde que el fútbol abandonó al Negro Ibarra. Y este semestre, a pesar de sus continuos reclamos por ser renovado, por su derecho, como jugador de primer nivel, a que se le aumentara el sueldo (continuó cobrando una suma irrisoria como jugador de Boca hasta su último día en el club) fue ninguneado por la dirigencia de la institución y por el presidente Angelici. Aún así puso a Boca y a la gloria por sobre los intereses monetarios y se la jugó hasta el último día para poder ganar la Copa Libertadores. Fue un gladiador, y un jugador fundamental en el armado del equipo conducido por Falcioni, metiendo, incluso, el único gol del equipo argentino en la ida de la final contra el Corinthians. El tema es que su contrato vencía antes de la vuelta de la final, por lo que, al no haberle renovado la dirigencia con anterioridad, este habría de perdérselo (al no admitir jugar sin seguro). Esto ya sería lo suficiéntemente malo, por la ingratitud de los dirigentes. Pero lo peor fue que se le negó a Roncaglia el viajar junto con el plantel para poder estar apoyando aunque fuera desde el otro lado del alambrado, siendo un tipo que participó en todo el ciclo que llevó al Xeneize a disputar esta final. Si viajó fue solamente gracias a los reclamos de un Riquelme ya hastiado por la situación en la que los ponía Angelici.

Sueldos injustos, presiones, solidaridad entre los jugadores. En su primera etapa en Boca, mientras emergía como figura habiendo apenas dejado la adolescencia atrás, un jovencísimo Juan Román Riquelme osó quejarse por el percibir un sueldo de juvenil mientras el club rechazaba ofertas millonarias provenientes del fútbol Español e Italiano. En su defensa salieron Jorge Bermúdez, Mauricio Serna, Cristian Traverso, Hugo Ibarra, entre otros. En defensa de un pibe que tenía la caradurez de sacar a bailar a River en el Monumental, al Palmeiras en el Morumbí y al Real Madríd en Tokyo. No era caridad, era solidaridad. Los mismos tipos que, como forma de pelear los premios, se hicieron con la Copa Libertadores. Los mismos tipos que tendrían que ser idolatrados por los hinchas, como jugadores, como tipos que se sacrificaron como nadie adentro de la cancha, pero también como seres humanos. Este año Riquelme demostró estar a la altura de aquellos que lo protegieron, lo apoyaron y lo formaron. Aquella ocasión fue la primer mojada de oreja de Román a Macri. Hoy, más de 10 años después, la vendetta del ex presidente se hace presente. Porque, claro, un empesario que se hizo multimillonario a costa del Estado puede darse el lujo de la paciencia, mientras que un jugador, cuya carrera dura, con suerte, 15 años, no. Y con un Riquelme cada vez más cerca del retiro, macriangelicipalermo acaba de asestar una puñalada trapera a uno de los ídolos máximos de la historia del club. Porque el hincha tiene la memoria de un brócoli hervido. Porque nadie se acuerda de los Bermúdez, de los Villarreal, de los Serna. Porque no son hinchas de Boca, son de Bokita.

Y porque yo, quiero agradecerte, Juan Román Riquelme, por cada minuto que pasaste dentro de una cancha portando la camiseta de Boca. Porque me regalaste más belleza de la que ningún otro tipo me regaló jugando al fútbol. Porque hasta la aparición de Messi, yo nunca había visto a un jugador de semejante calibre vestir la camiseta argentina. Porque te vi surgir, reemplazar a Maradona. Porque me levantaba en el '97 de madrugada para ver los partidos del sub20 por el simple hecho de que vos jugabas. Por todo.

Román, no te merecemos. Nunca lo hicimos. Tuvimos muchísima suerte. Y nunca voy a poder demostrarte lo mucho que te agradezco estos años de gloria, belleza y alegría que me diste. Y el resto, que chamuye al cuete. Yo no tengo más que palabras de agradecimiento y humildad. Sos el mejor. El resto no importa nada.


Nota publicada originalmente en: Noinventamosnadanuevo

Blog: http://noinventamosnadanuevo.blogspot.com.ar/

Escrita por  Davor @kanelonmonger

A todos mil gracias.