<< Mejor menos cartel que más figurones | Principal | Así en la tele como en la cancha: El Patrón Bermúdez contesto todas las preguntas y no dejó dudas del excelente accionar del Consejo de Futbol >>

Crónicas Bosteras: La vida a pedir de Boca. Hoy Tano y Monarquía

Todos los jueves una nueva entrega. Exclusivo de SoyBoca. Por Ricardo Poilischer

Subilo a Facebook! Subilo a Twitter!

Tano

1976. Aquel año, con apenas 15 años, fanático del cine como era, se me ocurrió ir a ver “la Profecía”.

Como era prohibida para menores de 18 y bajo la dictadura no había acompañamiento paterno que valiera, un compañero del Rivadavia que había repetido al menos cinco veces me prestó el documento.

Por supuesto que no me parecía en nada al de la cédula, pero con la buena voluntad de los muchachos del National Palace de San Juan y Pichincha, me dejaron entrar.

Y ahí fue que temblé en la butaca con toda esa historia del Anticristo y el apocalipsis y que se nos venía la noche y el diablo estaba entre nosotros.

Volví a casa mirando por encima del hombro, sospechaba que jamás vería el mundo como antes, y mucho menos por la noche.

Soy judío, pero en mi casa había una Biblia y al regresar, lo primero que hice fue ponerme a leer a ver si era cierto lo que, según la peli, se avecinaba.

Y efectivamente todo estaba allí, que el número de la bestia, que el 666, que la estrella de Belén, pero al revés ...en fin, estábamos al horno.

No quería ir a dormir, no sin protección, la verdad es que me asustaba hasta de mi propia sombra.

Entonces agarré el Gráfico, recorté la foto buscada y la puse bajo mi almohada.

La foto de Vicente Alberto Pernía, el tano Pernía, el que nunca arrugaba, el que iba siempre al frente, el impasable.

Más adelante un delantero que lo había enfrentado me confesó “Nunca vi algo así, corría al lado tuyo y te lastimaba con el viento”.

Apoyé la cabeza, me tapé y me dormí tranquilamente, sabía que ni Satanás pasaría por ahí, y si pasaba…no iba a llegar con ganas de nada, el tano lo hubiera sacudido tanto que dejaría el apocalipsis para tiempos en que la marca fuera un poco más amable.

Monarquía

1977. River había ganado los dos campeonatos de 1975.

El puma Armando, mítico presidente de Boca, decidió que el club debía ir por todo al año siguiente.

Y contrató al inefable Juan Carlos Lorenzo, que había sacado bicampeón a San Lorenzo unos años antes.

El Toto era histriónico, parlanchín y comprador.

Entraba junto al equipo y gestualizaba el abrazo dirigido a toda la gente.

Se sentaba en el banco y sus manos señalaban al equipo, en un claro mensaje.
 
A ellos, a ellos¡!

Y así endosaba hacia el equipo el aliento que bajaba de las tribunas.

Fue amor instantáneo.

Luego de un comienzo a los tumbos, donde se llegó a dudar de su continuidad, el equipo encontró el rumbo y se alzó en el mismo año con el Metropolitano y el Nacional, ganándole en este último la final al eterno rival, como si faltara algo para hacer su paso más glorioso.

Al año siguiente la tan ansiada y postergada Copa Libertadores de América, donde Boca arrasó con todo a su paso.

Primera final contra Cruzeiro de Belo Horizonte, que el año anterior le había birlado el trofeo a los de Núñez.

Invitado de lujo, el rey Juan Carlos 1ero de España.

El rey llega al palco y una Bombonera repleta entona.

Juan Caaaaarlos, Juan Caaaarlos.

El rey se pone de pie para agradecer y el público aclara.
 
Loreeeenzo, Loreeenzo.

El rey se sienta avergonzado y contrariado.

En Boca, la corona, ya tiene su dueño.


Ricardo Poilischer es socio vitalicio, asambleísta casi sin interrupciones entre los años 2000 y 2015 por la Agrupación Nuevo Boca, recordado por su oratoria a la hora de solicitar la inclusión de estrellas toda vez que la ocasión lo ameritaba. Es Técnico en turismo e instructor de spinning, desarrolla su actividad laboral en el ámbito privado. Apasionado de la azul y oro, el cine y la historia argentina.

Todos los jueves una nueva entrega. Exclusivo de SoyBoca. Esta recopilación no pretende ser un libro de cabecera ni mucho menos un best seller. Es apenas una crónica de recuerdos, anécdotas, que pueden ser propias y colectivas, porque así es Boca, un fenómeno de masas unidas por el hilo conductor de sus colores, memorias que se transmiten de generación en generación, memorias que pueden ser mías y de todos a la vez. Es un homenaje a la gente que la bombonera me hizo conocer y querer, semblanzas de algunos de nuestros héroes donde siempre faltará alguna pues el olimpo de nuestros dioses es infinito, ficciones de insomne y notas que fueron publicadas en momentos urgentes. En definitiva, la necesidad de volcar en el papel, el amor incondicional a nuestra camiseta. A veces creo que lo que van a leer no lo he escrito yo, lo hemos escrito todos, por lo menos los que estamos de este lado de la vereda, donde da el amarillo del sol, y el azul del cielo.