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Lo que dejó el superclásico

Por Marcelo Rodríguez* para el blog Corazón y pases cortos

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Es necesario, está bueno tomarse un tiempo antes de escribir un análisis de lo que sucedió, por lo menos, uno necesita decantar algunas o muchas cosas que vio. Porque se sabe, los hechos hablan más que las palabras.

En cuanto al juego, este es el análisis: ………. ganamos, le hicimos cuatro, a llorar al campito con D´Alessandro y sin D´Alessandro también.

Ahora, las cosas que pasaron dejaron mucha tela para cortar, como dicen.

Hace un tiempo escribí en este blog que Guillermo dirige como si fuera jugador. Su manera de ser, por lo menos hasta ahora como entrenador, es la de mezclar y bastante esos sentimientos. No le brindaba claridad a sus jugadores (dato: Benedetto en su debut en Boca fue como extremo). Pero lo  visto fue que el técnico festejó como un jugador más y, permítanme no creerle cuando dijo que “me crucé con Werner…”, fue un como sin querer queriendo.

No critico el festejo, para nada, al contrario, mostró la parte más humana, la más esencial. Los momentos límites, sean buenos o malos, deportivos o no, la persona siempre deja expresar lo que en verdad siente. El abrazo, el beso, el festejo o las lágrimas al fin y al cabo son auténticas. Y mucho más evidente fue la cara de Werner que, después de que bajó a Guillermo, se quedó miràndolo con una sonrisa un poco nerviosa, un gesto de sorpresa, como que no entendía demasiado que estaba pasando.

Pero esto no quedó ahí, porque después, cuando los jugadores se reunieron para festejar, él se tiró a la montonera, y quedó ahí arriba, sin que el grupo le hiciera a simple vista, un lugar para el festejo.

Esto significa dos cosas: hay un límite, una barrera que generó el técnico con sus jugadores y que los futbolistas evidentemente entendieron y en esa zona de euforia, no le permitieron a Guillermo, sumarse.

Esto no es ni bueno, ni malo. Pero evidencia que hay un límite entre el plantel y Guillermo. Y que el técnico en el fondo no la debe pasar demasiado bien porque mostró que quería ser uno de ellos, pero ellos, de alguna manera, inconscientemente, no lo dejaron y lo pusieron en su lugar, como DT.

En el turno de las declaraciones, las más calientes, las del momento eran que Guillermo quería que Tevez siguiera, lo dijo abiertamente, que iba a hablar con él. Pero cuando comenzó a concientizar un poco más esos sentimientos, le saltó el superyo, y dijo que cuando Tevez faltó, el equipo igual jugó bien y ganó. Pero por un momento levantó esas barreras de inhibición que él mismo impone,  entre él y los jugadores; y públicamente aceptó que necesita de los futbolistas, en este caso, de Tevez. Un día después al clásico, dijo que Tevez y Gago son el motor del equipo, y que son un espejo para los demás.

Creo que el Mellizo, en su acartonamiento, comenzó a dejar deslizar sus sentimientos. Empezó a aceptar que necesita del otro, empezó a dejar que una sonrisa transite por su cara, porque no nos hagamos los boludos, lo que dijo Daniel Osvaldo es cierto, por lo menos lo que se puede ver públicamente, el mellizo, los mellizos, suelen tener  gestos adustos.

Guillermo llegaba a estos clásicos muy presionado. Tuvo que aceptar que su idea de juego sea variada por el contexto que así se lo exigía;  porque más allá de que haya dicho que se armó un equipo alrededor de Tevez, el equipo giraba alrededor de Guillermo.

Era un ciclo acabado, como expliqué una vez. Pero por obligación o por algún motivo desconocido por mi, se bancó cambiar ese 4231 por el muchísimo más lógico 4312. Si hasta se dio el lujo de poner en el arco a Werner (por obligación) y demostró que lo hizo con una naturalidad que en la figura de Guillermo, sorprende.

El DT va cediendo, esto es, creo que está creciendo. De la mano de los jugadores. Eso no se lo tiene que olvidar jamás, porque hasta antes de San Lorenzo (recordemos el paupérrimo partido con Central), el equipo transitaba como dentro de un sarcófago, un esquema rígido que no se podía cambiar bajo ningún punto de vista. Y se dio cuenta que en el palo y palo perdía, porque sus defensores no son de jerarquía. Se dio cuenta que en el cuidar y pegar el palo, ganaba, porque este Boca de mitad de cancha para arriba, te mata.

En la nota que Tato Aguilera le hizo a Werner, bromeando, le dijo que el plantel lo había tildado de “mamadera” (un adjetivo bastante antiguo…oreja, bah) del técnico por haberlo abrazado en el 4 a 2. Otro dato, otro signo de la separación entre plantel y cuerpo técnico.

Insisto, los hechos límites te unen o te separan. Ojalá que todo lo dicho anteriormente del entrenador, vaya cambiando. Sin ir más lejos, cambió el esquema; ahora hay que cambiar un poco puertas para adentro.

Para que todo sea un poco más claro, los técnicos terminan siendo líderes impuestos en los grupos pero más allá de esto, hay un proceso en el cual un líder, como un DT no nace si no que se hace en la interacción con los demás. Y Guillermo comenzó a dar síntomas de estos cambios. En psicología social (ciencia ligada íntimamente al fútbol) un líder de grupo, como los integrantes del mismo, tiene que lidiar con dos cosas: lo que se llama miedo al ataque y miedo a la pérdida.

¿Qué ataque y qué pierde? Si tomamos en cuenta que un grupo es eso, un número de personas determinados que a partir de asunción de roles desarrolla una tarea con un objetivo determinado, entonces tenemos que entender que cada jugador y cada entrenador llega a ese grupo con un bagaje de cosas que, en el inconsciente de cada uno, cree que es lo mejor para si y para el resto, pero en el interacción con los demás, los roles, los papeles a cumplir se van modificando. Por eso, Guillermo como DT tuvo mucho miedo a cambiar su manera de jugar (lo reducimos así para que se entienda), y el cambiar lo desestabilizaba tanto que pensaba que esa lucha la podía perder  y así quedar expuesto ante los demás que, en el mundo del fútbol, suele ser “mortal”. Y de alguna manera no quiso cambiar: Mejor malo conocido que bueno por conocer diría el dicho popular.

Por eso, porque se ha visto cierta interacción mucho más fluída tras el partido, creemos que tanto el entrenador como el grupo, no se defraudaron en un partido que es clave para cualquier plantel.

Estas cosas dejó el superclásico. El resultado es obvio que nos interesa y no vamos a decir más nada, fueron cuatro goles contra dos: objetivo cumplido. Lo que resta es ver cómo ese líder, convence a su “rival” (léase Tevez) de continuar, y para eso tendrá que consensuar siempre, teniendo en cuenta cuál es el objetivo del grupo y no el propio.

En esto quiero recordar las maneras de proceder de Bianchi. Un técnico que ponía su espacio entre él y los jugadores, pero siempre supo escuchar y siempre mostró la necesidad de contar con el otro. Por eso es común escuchar que tenía más contento a los suplentes que a los titulares. Y siempre, más allá de todas las medallas que tiene colgadas, siempre siempre agradeció a los jugadores. No le agradeció a los sistemas, a las individualidades… Siempre supo el qué y el cómo. Ahí radicó su éxito. Guillermo, como uno de sus alumnos, ¿lo podrá alcanzar?

Bienvenido Guillermo a la dirección técnica. Bienvenido para mantener una relación un poco más humana y no tan laboral con sus dirigidos. Esto le va a permitir a todos ser más laxos, lo que también les va a permitir cambiar confianza por miedo.

Bienvenido, que te sirva para crecer, y para sentir que no hay enemigos en el plantel, que en todo caso, pueden existir futbolistas que en el recorrido de su trabajo terminen a un costado del camino; pero no enemigos, insisto.

 

Por Marcelo Rodríguez* para el blog Corazón y pases cortos (Siempre Boca)

* Marcelo Rodríguez es periodista acreditado en Boca desde hace más de 20 años. Autor del libro "Con Alma y Corazón". Trabaja en el diario Crónica, escribe en Don Balón y fue uno de los puntales de Informe Xeneize. También trabajó en El Cronista Comercial, La Razón y Diario Popular. Y además en la inolvidable Asi es Boca.



 

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