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Por Ezequiel Fernández Moores | Para canchallena.com

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Liverpool

En el minuto 77, como habían acordado, 10.000 hinchas abandonaron el estadio. Liverpool ganaba 2-0 y en esos 15 minutos finales, sin su gente más ruidosa, Sunderland terminó empatándole 2-2. Todas las hinchadas se sienten especiales. Pocas como las de Liverpool. En 1985 le explotó Heysel y en 1989 Hillsborough, las dos tragedias más shockeantes de la era hooligan. Lo del último sábado 6 de febrero es otra cosa. Hooligans, esta vez de saco y corbata, subieron hasta a 77 libras (100 euros) el precio del boleto. Las agrupaciones "Spirit of Shankly" y "Spion Kop 1906" lideraron la protesta y vaciaron buena parte del mítico estadio de Anfield, que tenía más de 44.000 personas. Hasta los hinchas de Sunderland aplaudieron la protesta. Los hinchas se fueron cantando contra Fenway Sports Group (FSG), la firma estadounidense dueña del club: "Enough is enough/ you greedy bastards/ enough is enough" (Ya es suficiente, bastardos codiciosos, ya es suficiente).

En The Kop, cabecera sagrada en el estadio de Liverpool, que debe su nombre a una batalla de 1900 en la guerra sudafricana de los boers, 28.000 hinchas, que pagaban una libra y media por el boleto, apoyaban de pie a sus jugadores al ritmo de los Beatles y de la canción de Gerry and the Peacemakers que fue adoptada como himno mítico: "You'll Never Walk Alone" (Nunca caminarás solo). El DT Bill Shankly solía ir al Kop minutos antes del partido a darse un baño de masas. Dijo alguna vez que el fútbol no era una cuestión de "vida o muerte", sino "algo mucho más serio que eso". Los hinchas amaban otras de sus salidas, como cuando antes de un partido ante Ipswich le dijo a los jugadores que fueran a la ducha, que él tiraría las camisetas a la cancha y eso bastaría para ganar. Le rinde homenaje la agrupación Spirit of Shankly. En su portal aparece otra máxima de Shankly: "El socialismo en el que creo es el de uno trabajando para el otro, cada uno compartiendo los beneficios. Así entiendo el fútbol. Así entiendo a la vida".

Shankly, Bob Paisley, Joe Fagan y Kenny Dalglish, únicos técnicos en 32 años, fueron parte del período de oro. Entre 1973 y 1990, Liverpool fue 11 veces campeón de Liga y las otras 7 subcampeón, y en ese mismo período ganó 14 títulos más, entre los cuales cuatro Ligas de Campeones de Europa. Era un equipo de pocas estrellas y mucho toque de pelota. También era respetada su hinchada, que aplaudía jugadas rivales. Hasta el 29 de junio de 1985. El día de la Masacre de Heysel, la final europea que se jugó mientras se contaban las víctimas: 39 muertos y 454 heridos. Sólo la TV alemana canceló su trasmisión. Juventus ganó 1-0. Liverpool perdió mucho más que un título. Sus hinchas fueron acusados del desastre al atacar a los italianos y provocar el derribo de un muro. La UEFA falló al elegir un pequeño y viejo estadio belga. No escuchó un pedido de Liverpool de cambio de escenario. Y permitió que los hinchas, pese a que había antecedentes, estuviesen separados por una débil reja. Los clubes ingleses estuvieron cinco años sin jugar copas europeas. Liverpool uno más.

El 15 de abril de 1989 fue Hillsborough. En estos días, ESPN reiteró su gran documental de la serie "30 for 30" sobre la tragedia. Fue la semifinal de FA Cup ante Nottingham Forest suspendida a los 6 minutos, cuando 96 hinchas de Liverpool enviados por la policía negligente a una tribuna pequeña murieron aplastados unos contra otros. Imposible no conmoverse cuando Stephanie Jones se ve, 26 años después, en los noticieros de la TV salvada de milagro y buscando a sus hermanos muertos. O de Brian Anderson, que reconoce a su padre por el tatuaje en un brazo, entre decenas de cadáveres deformados. O de Leo Fallon, que en el viaje eterno hasta Sheffield, aún sin noticias oficiales, maneja preguntándose cómo se sobrevive a un hijo muerto. De los policías que lloran al contar que jamás nadie se había muerto antes en sus brazos, que veían detrás del alambrado cuerpos rotos y desplomados, con rostros de morado profundo, ojos vidriosos, lenguas negras e hinchadas. "Como un pez en la red". Policías cuyas autoridades políticas alteraron sus testimonios para que, como filtraron inmediatamente a la BBC, se dijera que la culpa fue de "hinchas borrachos". El forense tomó niveles de alcohol hasta a niños de 10 años muertos en el desastre. Y el Sun publicó que otros hinchas robaron y orinaron cadáveres. La mentira quedó expuesta gracias a padres que viajaron cientos de kilómetros días y días para asistir a decenas de audiencias judiciales. Y al periodista Phil Scraton, autor del libro "The Truth" (La Verdad). El gobierno de David Cameron se vio obligado a reabrir la causa el día que, en la misa del 20° aniversario en Anfield, más de 30.000 hinchas interrumpieron el discurso de circunstancias del ministro Andy Burnham. Gritaban "Justicia para los 96".

La tragedia cambió para siempre al fútbol inglés. Estadios modernos, construídos con créditos públicos, y para espectadores todos sentados, lejos de la salvajería de los '80. Nació una novedosa Premier League, con nuevo y millonario contrato de TV codificada y clubes cotizados en bolsa y revendidos ahora a precio de oro a magnates rusos, estadounidenses, árabes y asiáticos. Son los que hoy quieren subir a 77 libras el boleto para ir a la cancha. Los primeros nuevos dueños estadounidenses de Liverpool, Tom Hicks y George Gillet, millonarios con sede en las islas Caymán, multiplicaron por siete la deuda, jamás construyeron el nuevo estadio que habían prometido y revendieron el club al grupo norteamericano Fenway Sports Group (FSG). "Yo -dijo un hincha que justificó la protesta del 6 de febrero pasado- estaba aquí antes que los Hicks, Gillet y FSG. Y seguiré estando cuando ustedes se vayan". Hinchas de Liverpool impulsaron después de Heysel la creación de la Football's Supporters Association (FSA). La asociación defendió derechos de hinchas que, con la excusa hooligan, eran arrasados en nombre del negocio. Repudiaron a Margaret Thatcher, acusada de encubrir Hillsborough. Lideraron protestas previas por los boletos más caros del mundo y apoyaron el Manifiesto de 2015 del sociólogo David Goldblatt titulado "Reclamo de un Fútbol Para Todos". Los carteles en las canchas no dejan dudas. "El fútbol sin hinchas no es nada", "Compartan la riqueza, cerdos". Y otro que habla del club y del sentido de comunidad: "Somos hinchas, no clientes".

Para una hinchada tan fiel como la de Liverpool, fue difícil la decisión de abandonar el estadio al minuto 77. "Si tolerás esto -advirtió uno de los hinchas-, tus hijos serán los próximos". La inflación anual es de 0,1 o 0,2 por ciento. Los boletos de la Premier League aumentaron más de 1000 %, algunos un 100 % en esta temporada. El grupo FSG de Liverpool ensayó explicaciones matemáticas para justificar la última suba, sorprendente porque los clubes ingleses comenzarán a cobrar en julio el nuevo contrato de TV que puede llegar a los 10.000 millones de euros, más de 70 % de aumento. Los clubes saben que ejercen el monopolio de la lealtad. Un cliente puede elegir otra sala de cine, otro restaurante y otro servicio de TV. El hincha no tiene opción. Un fan de Liverpool contaba que tardó 15 años en lograr un abono y que, si debe renunciar ante la nueva suba, sabe que no volverá a obtenerlo jamás. Porque ahí están ahora los turistas asiáticos. Ignoran la letra de los cantos, pero tienen más dinero. Manchester United, que tiene una deuda de 500 millones de euros, anuncia una facturación de 640 millones, record para un club inglés. "No se puede aplicar la lógica de oferta y demanda en el fútbol sin que se dañe la cultura de la lealtad incondicional". Lo dijo Duncan Drasdo, líder de hinchas organizados de Manchester United. "Liverpool y United tienen propietarios estadounidenses, los nuestros son más respetuosos", añadieron otros hinchas en la encuesta publicada por The Guardian. El impacto de la protesta del 6 de febrero en Anfield fue notable. "Nos equivocamos y pedimos disculpas. El vínculo con sus hinchas es el corazón de este club", se rectificó el Grupo FSG. Es una primera batalla ganada. Los hinchas de todos los equipos agrupados en la FSA se reunirán este sábado porque saben que la lucha continúa. Y la codicia también. "Nos dividen 90 minutos -dice la FSA-, el resto nos une". La cita del sábado es en Liverpool.

Por Ezequiel Fernández Moores  |  Para canchallena.com