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La mesa examinadora. Por Vito Amalfitano

La opinión de un periodista y amigo de la casa

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Sentados en el estrado, un “empresario del juego”, un bajo secretario y un legislador que responden al jefe procesado, un boticario, un peluquero, un dueño de balneario amigo de “barras”. La mesa examinadora mira atentamente y anota. Uno toma la calculadora y apunta. El otro usa un cronómetro y cuenta los minutos. Otro mueve la cabeza y controla los festejos, que no se hacen justamente frente a sus “amigos”.

Ellos son los que toman la prueba. Tienen menos fútbol que una ojota. Ellos tienen bajo la lupa al mejor jugador del equipo, al único que hace una diferencia. Ellos le toman examen, domingo a domingo y miércoles también, al mejor futbolista de Argentina.

El pibe de 35 años llega a cada partido silbando bajito, o cantando con el equipo de música a cuestas. Con el bolsito listo con toda la ropa para la prueba. No lleva ahí la camiseta. Esa lo está esperando altiva, reluciente, deseosa de vestirlo. A nadie le queda mejor que a él. Nadie la cuida como este chico. Tampoco lleva la pelota. La “caprichosa” lo aguarda y él no la guarda ni se la lleva. Sigue siendo de él, le responde incondicionalmente, porque nadie la trata tan cariñosamente. No se va a ir con nadie más.

Es cierto que el pibe corre con una ventaja. La prueba se la toman en el jardín de la casa. Pero los ventajeros enseguida neutralizan ese favor. Los que toman el examen están empeñados en sacarlo de ese jardín, del que creen que son los verdaderos dueños. Y, además, son persistentes, no lo dejan ni respirar. Las prueba ya no se limita a los partidos. También es en los entrenamientos, en kinesiología, en el bar, en el baño, en la casa. Le cuentan las costillas y los minutos. Y de repente, con 35 años, tiene que ser un robot perfecto. Súbitamente debe transformarse en más atlético y rendidor que cualquier chico de 20. Y corre con una espada de Damocles que no persigue ni al mismísimo Messi. Él no se puede lesionar. Lo tiene prohibido. Todos los demás lo tienen permitido. El, imposible.

El cumple hasta dónde puede. Es, lejos, el mejor de todos. Lo sigue demostrando. Y miles lo ovacionan en el aforo y millones frente a la tele. Sus pases, sus toques, su capacidad de mando, su liderazgo positivo, dentro y fuera de la cancha. Pero a veces se nota que es humano. No puede transformar en genios a los otros diez. Aunque a veces hasta les hace disimular sus torpezas. De vez en cuando tiene que responder a una rotación, como otros cientos de futbolistas, más jóvenes y más grandes, que no te juegan tres partidos en una semana ni que los espere la final del mundo. El 5 del archirrival sale y descansa y nadie le dice nada al DT. Pero al entrenador suyo lo destruyen por hacerlo parar a él.

Los examinadores tampoco tienen en cuenta, en sus notas, que mientras los otros viajan con la primera, él se queda entrenando con los pibes y es un espejo a seguir por ellos.

Y al cabo, si en algún partido falta, si su enésimo pase milimétrico no lo toma el destinatario porque no se muestra como es debido, o si, acaso, tiene que cerrar hacia un costado por una pelota perdida por un compañero y le tira la pierna, la mesa examinadora puede ser lapidaria. A ellos no les interesan los antecedentes, las notas de concepto, la foja de servicios, los 17 títulos como el mejor alumno, el de más alto promedio. Todo lo anterior no cuenta. Tampoco que hoy siga siendo el mejor.

Pero de repente a estos burócratas de escritorio se les queman todos los papeles. “¿De qué nos dibujamos ahora?” “Si este tipo, del que decimos que se cansa, que no puede jugar dos partidos seguidos, que el DT lo tiene que sacar, resulta que acaba de meter un ‘fierrazo’ de 30 metros a la velocidad de la luz que define en el minuto 92 el segundo de los partidos que juega completo en cuatro días..!”

Esa tan particular mesa examinadora sigue deliberando. Algunos ponen gestos adustos, como si supieran. Otros ya tienen el dictamen preparado. Por ejemplo, el peluquero, que se arroga ser el encargado de las relaciones públicas del club que escribió en su Twitter: “en junio lo hechamos”. Así. Hechamos. Con H. Fin del examen. No más preguntas.

Por Vito Hugo Amalfitano
vito@lacapitalmdq.com.ar 

Fuente: 20-16 el Blog de Vito



Vito Amalfitano es Periodista. Jefe de deportes y prosecretario de redacción Diario La Capital de Mar del Plata. Y un amigo de la casa! Gracias Vito!