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Hay silencios y silencios

Por Vito Amalfitano @VitoMundial

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Cuando no hay nada que decir o escribir, cuando una opinión o interpretación o análisis no viene a cuento de nada o no tiene un sentido, es más aconsejable el papel en blanco o el puro silencio. O cuando se trata de opiniones vacías, sin contenido. O cuando lo que no hay es fundamento empírico, cuando no hay materia demostrable, datos duros y concretos, para lo que se quiere decir, o interpretar, o analizar o denunciar. Cuando la ausencia de silencio es solo ruido, palabras huecas, slogans o frases hechas sin argumento alguno, sin dudas es más inteligente callar. Esos, al cabo, son los silencios saludables, bienvenidos, plácidos.

Y hay silencios lacerantes, que lastiman, que dan vergüenza, que nos remiten a los tiempos del terror. Hay silencios que son sinónimo de censura, de cercenamiento de la libertad.

De esos silencios hubo el domingo en la Bombonera, durante y después del partido que Boca le ganó a Tigre por dos a cero por el torneo Inicial del fútbol argentino.

Y por esos silencios, más que nunca, quedó claro, para los desprevenidos que tenían alguna duda, que Juan Román Riquelme no se fue por propia voluntad de Boca sino que lo empujaron a la salida, tal la figura a la que apeló con su habitual lucidez Diego Latorre desde el principio del conflicto.

Porque si realmente dirigentes y cuerpo técnico querían que Riquelme se quede, ¿cómo se explica la vergüenza de la censura del domingo?

En efecto, en el reino de la hipocresía, el presidente de Boca asiste, en primera fila, al acto al que llama la presidenta de la Nación, la doctora Cristina Fernández de Kirchner, para anunciar medidas contra la violencia en el fútbol, para tratar de acompañar la cruzada casi en solitario del titular de Independiente, Javier Cantero. Pero en ese mismo reino, en Boca, en la Bombonera, fornidos hombres de civil, supuestamente de logística del club, que algunos conocen como seudo barra bravas, se paran al lado de plateístas con handys en los que dicen todo bien por acá, todo en silencio, todo tranquilo, al tiempo que otros igual de fornidos compañeros no permiten que se cuelguen banderas con leyendas a favor de Riquelme (algo que ya ocurrió una semana atrás en Quilmes, incluso con golpes).

Un par de colegas hicieron este domingo un trabajo de campo, una tarea de inteligencia, para comprobar esto, para incluso señalarnos desde la platea quienes eran los censores, claro que sin poder decirlo a viva voz.

Y después recogimos decenas de denuncias de plateístas y socios de Boca, por ejemplo del sector L, -justo debajo del palco oficial-, que sufrieron el mismo amedrentamiento, y con varias banderas arriadas.

Cuando llegó el entretiempo, y después de una primera etapa muy deslucida, ya no pudieron callar a miles, y se escuchó muy fuerte el Riquelme, Riquelme. Hubiera sido necesario que toda la barra brava en pleno se trasladara desde la cabecera de la popular a la platea para continuar con ese operativo silencio. Eso sí, también sumamos denuncias de socios que estaban ubicados sí en la bandeja del medio que da a Casa Amarilla y que al querer sumarse al grito por Riquelme fueron golpeados y amenazados por los barras. Del mismo grupo que lidera quien no figura como socio en el padrón electoral desde 2008 pero que, increíblemente, califica igual en el ranking cada 15 días para tener su entrada en los partidos de visitante. Además de estar religiosamente de local en el centro de la escena sin que nadie amague con aplicarle el derecho de admisión pese a sus antecedentes.

Ese centro de la escena al que Riquelme no quiso dirigirse para festejar el famoso gol que le hizo hacer a Palermo para que llegar a su récord, cuando el 9 fue a dedicárselo justamente a esos conspicuos personajes.

El domingo, al cabo, hubo un extraño operativo silencio. Y el tufillo que se generó, en una también raramente raleada Bombonera, a solo el 60% de su capacidad, derivó finalmente en otros silencios, que hablan, que denuncian, que dicen más que mil palabras. Silencios que se hacen escuchar. Porque Boca, al cabo, le ganó bien a Tigre, pero ahora, después del conato de censura, ya nadie tenía ganas de festejar. Los querían callar y lo consiguieron. Y también insólitamente nadie celebró la obtención de la Copa Argentina, un torneo que juegan 187 equipos y que ganó Boca, y nadie mostró el trofeo, quizá por miedo a que en medio del dale campeón también se escuche el temido grito por Riquelme. Ese que incluso genero un gesto provocativo del DT para los hinchas, que después quiso minimizar.

Por último, después de todos estos silencios, tan diferentes, llegó el silencio de la autocensura. El de evitar decir, para no meterse con determinados intereses, para cuidar la imagen de determinadas personas. Un silencio que solo algunos quebramos para contar lo que en la Bombonera estuvo a la vista y a la escucha de todos. Quien quiera oír que oiga.


Nota del diario "La Capital de Mar del Plata"

Por Vito Amalfitano vito@lacapitalmdq.com.ar Twitter: @vitomundial Periodista. Jefe de deportes y prosecretario de redacción Diario La Capital de Mar del Plata. Columnista y comentarista de "Boca de Seleccion". Y un amigo de la casa.
Gracias a Vito por permitirnos publicar tu trabajo.