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Crónicas Bosteras: La vida a pedir de Boca. Hoy: Una bocha de afecto y Derrotas triunfales

Todos los jueves una nueva entrega. Exclusivo de SoyBoca. Por Ricardo Poilischer

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Una bocha de afecto

A la barra se le ocurrió que arrojar bengalas náuticas era una buena idea.

La primera que arrojaron pareció darles la razón, iluminando el cielo y volando hacia la noche, la segunda generó dudas, cayó a los pies de Hugo Alves, marcador de punta nuestro, Boca enfrentaba a Racing, viejo y clásico rival, la tercera cayó en la tribuna visitante y el silencio fue instantáneo, todos sentimos la presencia de la muerte.

Recuerdo aquel día con mucho dolor, uno de nosotros, apenas con otra camiseta, dejaba la vida por un partido de fútbol.

El partido se jugó igual, creo que fue un empate, a nadie le importó, y ni siquiera me explico aún por qué se jugó.

El Bocha era barra brava y hermano de Carlitos, un compañero de laburo que me lo había presentado ocasionalmente y hasta ese día, apenas nos saludábamos inclinando la cabeza cuando nos divisábamos entre la gente.

Bocha metía miedo, morocho, grandote, inmenso diría. Si me peleaba con él, imaginaba, y me diera una ventaja de media hora para pegarle, tal vez, como mucho, podía ruborizarle el cachete izquierdo.

Esa noche lo vi al finalizar el partido mientras salía del estadio, la policía se lo llevaba junto a otros tantos, había que encontrar a quien había lanzado el proyectil.

Por aquellos días no había celulares, internet ni siquiera era un sueño, solo las radios que informaban víctimas, no daban nombres, no daban números, los que estábamos en la cancha aquel día recién tranquilizábamos a nuestras familias cuando llegábamos a casa.

Así que lo primero que hice después de llegar y abrazar a mi vieja fue comunicarme con su hermano, lo llamé y me pasó el número de su cuñada a la que llamé a continuación.

-Mirá, le dije, vos no me conoces, pero quiero avisarte que te quedes tranquila, tu marido está bien, solo que se lo llevaron a la comisaría como a tantos otros, por las dudas, pero está bien

Ella me agradeció y yo intenté infructuosamente, dormir.

Al día siguiente, mientras cenaba, el teléfono sonó, atendí y era el Bocha.

-Ricardo, yo nunca me voy a olvidar el gesto que tuviste.
-No fue nada, le respondí, simplemente me puse en el lugar de tu familia, nada más.

Pero insistió.

-Yo nunca lo voy a olvidar.

Y nunca lo olvido...

Pasaron más de 35 años y cada cumpleaños, cada año, año nuevo judío, viviera donde yo viviera el Bocha me rastreaba y me llamaba con sus buenos deseos.

Y fui al cumpleaños de 15 de una de sus hijas y al casamiento de la otra y en cada ocasión importante que lo ameritara, él siempre me tenía en cuenta.

No hace mucho me mandó llamar, estaba internado y le habían cortado una pierna, producto de una diabetes que él se empeñaba en ignorar.

Nos quedamos solos en la habitación, aún acostado, aún con una pierna menos, seguía tan imponente como cuando lo conocí.

-Ricardo, no me queda mucho me dijo tranquilamente, estoy jodido.
_Dejate de joder Bocha, le respondí, no me vas a aflojar ahora que está difícil, o no sos bostero? ¿Desde cuándo nos rendimos antes de terminar el partido?

Realmente lo creía.

-De veras, no me queda mucho y te quería ver porque confío en vos y sé que no me vas a fallar.

Lo miré curioso, no me imaginaba que me iba a pedir.

-Cuando llegue la hora, continuó, y ya está hablado con mi familia, quiero que lleves mis cenizas y las dejes en la cancha, ¿está bien?
-Bocha no jodas, va a pasar mucho tiempo todavía, ya hablaremos más adelante.

Pero no había caso, así que me comprometí, lo dejé tranquilo y yo dejé el hospital convencido de que aquello no iba a ocurrir en lo inmediato.

Volví a visitarlo en las siguientes dos semanas y ya no hubo una tercera, mi amigo se había ido nomás.

Alejandra, su hija, me llamó un tiempo después, Boca había salido campeón y se preparaba para los festejos, había llegado la hora de cumplir la encomienda.

El mismo domingo por la mañana pasé a buscar sus cenizas, pero ocurre que son tantos los pedidos que el club decidió prohibir esta ceremonia y no le faltaba razón, la Bombonera sería a esta altura un montículo gris, de cumplir con todos los deseos de sus seguidores.

Entonces pasé un puñado en una pequeña bolsita escondida en la ropa, y cuando llegué a mi platea, puse las cenizas bajo mi asiento y desde ese día miramos los partidos juntos.

Boca es así pensé esa tarde…...aún en la noche más oscura, me regaló una luminosa e inquebrantable amistad…


Derrotas triunfales

Independiente venía en franca baja y Boca había encontrado el funcionamiento, pegó una remontada desde la mitad de la tabla hasta quedar a tres puntos, un partido, del rojo puntero.

En la penúltima fecha se enfrentaban en Avellaneda, de ganar el xeneize, igualaba el primer puesto y con el envión, era muy probable que terminara campeón.

A los pocos minutos, el mellizo Guillermo abrió el marcador y así se sostuvo hasta faltando menos de un minuto.

Debió, por el trámite del juego, convertir al menos dos veces más, marrando goles hechos y siendo ampliamente superior en el juego.

En el último arrebato, lo que pasaría a la historia como “el cabezazo de Pusineri”, el local empató, manteniendo así la ventaja y asegurándose el título.

Fue un drama…

Aquel gol agónico, puso fin al segundo desembarco del maestro Tabàrez en el equipo de la Ribera y la dirigencia, a disgusto de muchos de sus componentes, fue a buscar nuevamente a Carlos Bianchi.

Pocos meses después, de su mano,
Boca ganaría su sexta copa Libertadores, se alzaría con el torneo local y coronaría el año llevándose la Intercontinental frente al poderoso Milán.

Tal vez, si aquel cabezazo hubiera ido afuera nada hubiera ocurrido.

Lo que pareció una derrota dolorosa, fue la puerta que volvió a abrir las puertas de la gloria.

Algo así ocurrió en 2011.

En el torneo Clausura de aquel año, en un partido nocturno, Boca era vencido por Olimpo de Bahía Blanca en la mismísima Bombonera por 2 a 0.

Aquella noche la gente estaba indignada, la campaña era muy floja y el equipo no venía bien, pero perder de local contra un equipo que iba y venía del ascenso, era una afrenta intolerable.

El público reprobó la actuación sonoramente.

Al poco tiempo, en la última fecha, Olimpo, quizá y gracias a esos dos puntos, consiguió evitar la promoción, dejando en ella nada menos que a River.

El resto, es historia conocida.

Cuando pienso en ello, ya no me amargan tanto las derrotas, porque, al fin y al cabo, ya, profética, la tribuna cantaba en los 70.

“Y Boca juega, y Boca gana, ¡y Boca hace lo que se le da la gana!”


Ricardo Poilischer es socio vitalicio, asambleísta casi sin interrupciones entre los años 2000 y 2015 por la Agrupación Nuevo Boca, recordado por su oratoria a la hora de solicitar la inclusión de estrellas toda vez que la ocasión lo ameritaba. Es Técnico en turismo e instructor de spinning, desarrolla su actividad laboral en el ámbito privado. Apasionado de la azul y oro, el cine y la historia argentina.

Todos los jueves una nueva entrega. Exclusivo de SoyBoca. Esta recopilación no pretende ser un libro de cabecera ni mucho menos un best seller. Es apenas una crónica de recuerdos, anécdotas, que pueden ser propias y colectivas, porque así es Boca, un fenómeno de masas unidas por el hilo conductor de sus colores, memorias que se transmiten de generación en generación, memorias que pueden ser mías y de todos a la vez. Es un homenaje a la gente que La Bombonera me hizo conocer y querer, semblanzas de algunos de nuestros héroes donde siempre faltará alguna pues el olimpo de nuestros dioses es infinito, ficciones de insomne y notas que fueron publicadas en momentos urgentes. En definitiva, la necesidad de volcar en el papel, el amor incondicional a nuestra camiseta. A veces creo que lo que van a leer no lo he escrito yo, lo hemos escrito todos, por lo menos los que estamos de este lado de la vereda, donde da el amarillo del sol, y el azul del cielo.