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Crónicas Bosteras: La vida a pedir de Boca. Hoy Visitas y Una cuestión de rubro

Todos los jueves una nueva entrega. Exclusivo de SoyBoca. Por Ricardo Poilischer

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Visitas

La Bombonera ha recibido muchísimas visitas ilustres.

El rey de España, Roger Federer, Nadal, Daddy Yankee, Steve Nash...en fin, políticos, artistas, deportistas, muchísimos han pasado a conocer nuestra amada casa.

Pero también es justo recordar algunas visitas bizarras.

Allá a principios de los 80 podríamos decir que se concentraron todas.

Y un día vino Sam Jones, quien era el protagonista de la película Flash Gordon, cinta difícil de ver pero que contaba con música de Queen.

El tipo saludaba a la gente y sonreía, aunque parecía no entender mucho donde estaba.

Mucho menos entendía el canto de toda la cancha que entre risas coreaba.

Flash Gordon es de Boca, lará lará lará…

Peor fue la llegada de Lou Ferrigno.

Este interpretaba el papel de Hulk, el gigante verde en la serie éxito de aquellos tiempos.

Sacate la de Ferro le gritaban, y el tipo se paraba y sacaba bíceps remedando a su personaje.

En fin, más allá de las cargadas, les dieron menos importancia que al vendedor de turrones.

Pero quizá la visita más bizarra fue la de Fernando Morena.

Morena fue un gran artillero uruguayo, goleador de Peñarol y la Celeste, un crack, realmente.

Los diarios no hablaron de otra cosa toda la semana, los noticieros le dedicaban medio programa, los canillitas decoraron los kioscos con posters y revistas especiales sacadas de apuro para sacar alguna ganancia del pase del siglo.

La tarde de su debut, jugábamos con Ferro en la cancha de Vélez, y sería ocioso decir que nuestra gente colmó el estadio y no cabía un alfiler.

El tipo salió del túnel rodeado de camarógrafos, periodistas y curiosos, dio una especie de vuelta olímpica saludando a la gente que enloquecida lo aplaudía, no era para menos, se ponía la azul y amarilla una gloria del futbol sudamericano.

Para cuando terminó el partido, el cual perdimos dos a cero, creo que no había tocado una pelota, pero para ser justos, sus compañeros no tuvieron mejor suerte, los de Caballito nos pegaron un baile fenomenal.

Y no hubo mucho más del Potrillo, como le decían, salvo hacer famoso a un tal López Turitich, defensor de Platense que le atajó un penal sobre la hora reemplazando al arquero que había sido expulsado y evitando que al menos, se fuera con una victoria bajo el brazo.

Mas temprano que tarde rescindió el contrato y se volvió a tomar mate a su tierra.

Insisto con ser justo, Morena fue un grande de verdad, pero vino tarde y en el momento equivocado, y lo que pudo ser el fichaje de la historia apenas fue una visita, no muy diferente a la de los otros “super héroes”.


Una cuestión de rubro

1987

Por esas cosas, el negro Camerún se había encariñado con nosotros.

Lo teníamos visto compartiendo el fierro con los grosos de la barra.

Un día se le ocurrió pegarle a todo lo que veía, y una de las “cosas “que vio, fue al Totito, un chico que compartía el lugar en la tribuna con nosotros, y nos había adoptado como hermanos mayores.

Che ¡nos gritaron algunos comedidos, “Le están pegando al chico amigo suyo “.

No había lugar para hacernos los distraídos, tragamos saliva y fuimos con Daniel al lugar de los hechos.

Totito llorisqueaba, Camerún lo tenía del cogote.

Pará, pará … le gritamos, el pibe está con nosotros, no le pegues¡!

El negro nos miró fiero…

¿Ustedes van a saltar? ¿Son guapos?

No, no, todo bien, (lo tomamos del hombro amistosamente) pero no le pegues más, es chico, si te hizo algo, disculpalo... (ensayamos cualquier argumento para convencerlo...)

Nos estudió de arriba abajo...

Ahora van a ver, y agitó su mano como una cuchilla, el típico gesto/promesa de que íbamos a cobrar, y se fue directo al corazón de la tribuna como para buscar refuerzos.

Volvimos a nuestro lugar a esperar la ejecución, por suerte nunca llegó.

Al domingo siguiente, de visitantes nos divisó y nos vino a saludar, un beso en la mejilla a cada uno.

Nunca supe si le habíamos caído bien o si tal vez le habíamos infundido algo de respeto, o simplemente cuando fue a buscar más brazos, los pibes de la 12 lo mandaron al carajo, después de todo nos veían en todos lados y había ciertos códigos que no se rompían.

Se hizo parte del grupo y debo reconocer que resultó un tipo simpático y querible.

Un día lo dejamos de ver.

Pasó algo más de un año, jugábamos contra Independiente, charlábamos animadamente en los históricamente incómodos escalones de la “Cordero”.

Y apareció Camerún, a los gritos y abrazos, emocionado por el reencuentro.

-Negro¡!!  ¿Qué te pasó tanto tiempo?

-Estuve en gayola, nos respondió lacónicamente…

-Uy, le dije... ¿te agarraron en algún quilombo en la cancha?

El negro me miró y con total naturalidad y se limitó a hacer el gesto con su mano tan expresiva y abierta, bajando de a uno los dedos en reiterados movimientos al tiempo que me informaba:

No, no …automotores….


Ricardo Poilischer es socio vitalicio, asambleísta casi sin interrupciones entre los años 2000 y 2015 por la Agrupación Nuevo Boca, recordado por su oratoria a la hora de solicitar la inclusión de estrellas toda vez que la ocasión lo ameritaba. Es Técnico en turismo e instructor de spinning, desarrolla su actividad laboral en el ámbito privado. Apasionado de la azul y oro, el cine y la historia argentina.

Todos los jueves una nueva entrega. Exclusivo de SoyBoca. Esta recopilación no pretende ser un libro de cabecera ni mucho menos un best seller. Es apenas una crónica de recuerdos, anécdotas, que pueden ser propias y colectivas, porque así es Boca, un fenómeno de masas unidas por el hilo conductor de sus colores, memorias que se transmiten de generación en generación, memorias que pueden ser mías y de todos a la vez. Es un homenaje a la gente que La Bombonera me hizo conocer y querer, semblanzas de algunos de nuestros héroes donde siempre faltará alguna pues el olimpo de nuestros dioses es infinito, ficciones de insomne y notas que fueron publicadas en momentos urgentes. En definitiva, la necesidad de volcar en el papel, el amor incondicional a nuestra camiseta. A veces creo que lo que van a leer no lo he escrito yo, lo hemos escrito todos, por lo menos los que estamos de este lado de la vereda, donde da el amarillo del sol, y el azul del cielo.