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Del Barrios de La Boca. Por Martín Herrera

De la mano de Wilmar y con más huevos que fútbol, Boca le ganó en la última del partido 2-1 a Tigre y llega con el "bosterómetro" al 100% para enfrentar a river.

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¿Cómo intentar explicar lo que nos pasó a millones de bosteros ayer? ¿Cómo pretender analizar un partido con un final como el de anoche? Traducirlo a palabras es imposible pero, a su vez, todos sabemos de lo que estamos hablando. Porque somos de Boca.
En lo que es una vigilia que se hace realmente insoportable de cara a la final con el eterno rival, Boca tenía que enfrentar a Tigre. Había que ganar para mantener la diferencia conseguida en el torneo local pero desde el minuto 0, La Bombonera comenzó a hablar. Y no podía ser de otra cosa que no sea de lo que todos los bosteros tenemos fijado en la cabeza desde principios de año (o más). "Que en Mendoza cueste lo que cueste...", bramaba el templo. Difícil desafío para los 11 titulares ideales de Guillermo Barros Schelotto poder concentrarse en el rival que tenían enfrente. Y lo fue nomás. El primer tiempo del xeneize fue pálido. Si bien durante los primeros 15' se mostró activo de la mano de un Pablo Pérez muy enchufado, lentamente se fue apagando. En ese primer cuarto de hora, tuvo la más clara cuando tras pared con taco incluido de Pérez a Carlitos, el 32 definió débil a las manos de Chiarini. Pero Boca se fue apagando. Un poco absorbido por un Tigre que se notaba lo tenía estudiado (desde los saques de arco, receptores, pelota parada y como salir de contra) y mucho por falta de movilidad. El xeneize esta quieto tanto en ataque como en defensa. Parado prácticamente con un 4-1-4-1, Boca acumulaba gente arriba pero no explotaba el espacio vacío y era parsimonioso en la tenencia, lo que lo volvió previsible. Atrás, con interiores que no volvían (Pablo Pérez fue más enganche que otra cosa y Nández tuvo un borrado primer tiempo), quedaba Barrios sólo para ayudar a los dos centrales cuando Tigre intentaba salir de contra. Ya habíamos hablado de la importancia del colombiano en el equipo y ya se había dado prueba de ello (por si hacían falta más) el lunes en La Paternal. Pero el 5, con el hambre que lo caracteriza, fue por más y tuvo un partido soberbio. Ante un Boca que parecía con el freno de mano puesto quizás por tener la mente puesta en el miércoles, fue Barrios el que marcó el camino. A fuerza de despliegue, quite empuje... La sangre azul y oro le corre por las venas como a vos y como a mi.


En la segunda parte mucho no cambiaba. El único y absoluto puntero de la Súper Liga no encontraba ni desde lo colectivo ni desde lo individual cómo superar al "matador de Victoria". La gente lo entendió enseguida y con su fiesta empezó a encender desde afuera hacia adentro a al equipo. Boca empezó a ir. Sin ideas pero con empuje y con La Bombonera atrás, empezó a arremeter contra el arco de Chiarini. Pero tenía que aparecer él. Barrios desde un relevo como central y ganando dos veces una pelota en la salida, no sólo se ganó una ovación, sino que comenzó la jugada para que Boca pueda poner a correr con espacios por primera vez en la noche a Pavón (de flojo match) y penal para el xeneize que Cardona cambió por gol con mucha categoría. Todo el nerviosismo y ese bloqueo que tenía Boca se desahogó en ese grito de gol. El equipo también se desató y tuvo varias chances para aumentar la diferencia en el marcador. Todo era fiesta, adentro y afuera (incluso Cardona se hizo un tiempo para hacer jueguitos). Pero en la única chance de Tigre en todo el partido, se empañó todo. Todos los errores defensivos de Boca juntos, con dos malas marcas de Jara (quizás con un off side tan milimétrico como el penal xeneize) y un centro cruzado a espaldas de Fabra que tampoco supo cerrar, terminaron en el empate del matador en el minuto 43. Hubiera sido un mazazo para cualquiera. Pero Boca no es cualquiera. Y volvió a aparecer ella, La Bombonera. La que algunos quieren jubilar, la cancha más linda y mítica del fútbol mundial volvió a demostrar que gana partidos. La pelota de Pérez Acuña ya estaba en el fondo de la red y comenzó a latir como nunca (o como siempre) e hizo que Boca no se quede; que vaya. Y fue Barrios otra vez el que empujó al xeneize. La Bombonera desde afuera y él desde adentro. Wilmar recuperó la pelota para un nuevo ataque de Boca que terminó con un doble amago de un Reynoso recién ingresado y su rematé que estalló en Chiarini. Era la última. Era empate, desilusión y dudas de cara a la final. Pero Barrios quería más. El 5 que había comenzado la jugada atrás de la mitad de cancha, peleó el rebote al borde del área rival y la ganó para que Wanchope haga lo que pocos 9 y habilite a Jara que llegó a meterla empujado por el aliento de los 50 mil bosteros que estaban presentes. Gol y desenfreno total. Eso que sabemos que es difícil de explicarle a los ajenos se hacía carne en el minuto 50.


Boca no jugó bien, le faltó fútbol, tuvo individualidades bajas (y algunas muy preocupantes como lo de Pavón ya hace tres partidos), no tuvo buena lectura ni respuestas desde el banco, pero ganó. Y ganó a lo Boca. Y mirá si seremos únicos los bosteros (o "estamos locos" como dice Román) que, pensando en la final del miércoles, todos preferimos llegar así. Nadie quería ir tan de banca. En un flojo partido desde el fútbol, Boca puso los huevos sobre la mesa y lo ganó. Fue una victoria que despertó un sentimiento que no resiste análisis. Boca fue Boca. Ese que nos contaron nuestros abuelos y papás, ese que vivimos, ese que llevamos en el ADN y que cuando lo vemos enciende en nosotros la sangre azul y oro. Fuimos el alma de Barrios y el corazón de Jara. Boca fue Boca y se ganó "a lo Boca" ¿Y qué mejor forma de llegar a una final con los hijos?


Por Martín Herrera @MartinNherrera para Soy Boca