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Roma, El Arquero

Por Alberto Félix Fernández

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Antonio Roma es la imagen del arquero. Dejó una marca indeleble. Nadie pudo reemplazar su figura. Un referente del hincha de Boca. En Él se consolidaba nuestra fe. A partir de Roma se construía cualquier hazaña. Se armaba cualquier sueño. Nada era imposible. Su estampa transmitía confianza y motorizaba las ilusiones. El gran Boca de los 60 se construyó a partir del muro que fue Antonio Roma. La pelota parecía chiquita en sus manos. Cuando iba arriba, ganaba seguro. No había dudas. Era un intuitivo, pero su fortísima personalidad agigantaba a sus compañeros y debilitaba a los rivales.

Un hito marcó su vida. Fue el penal que le atajó a Delem evitando el empate de River en un partido que casi definía el título de 1962. Fue inolvidable esa jugada por el marco y las connotaciones que tenía ese duelo. Pero sería mezquino con su trayectoria reducirla a ese hecho. Recuerdo que el Tano era un ganador en todas las canchas. No lo asustaba ningún escenario por imponente que fuera. Era exactamente al revés: el Tano Roma crecía junto a la envergadura del compromiso. Cuanto más se jugaba, más le gustaba el desafío. Los que lo conocían en la intimidad, cuentan que solía decir antes de un partido crucial: "A Papirri hoy serapio" (A Papá - obviamente era él - hoy no le hacen un gol, sería la traducción).

El hincha de Boca, especialmente los que tuvimos la fortuna de disfrutarlo, siempre lo homenajeamos. Lo llevamos bien adentro de nuestros más caros sentimientos. El homenaje fue, es y será para siempre. Nadie puede atribuirse ningún mérito respecto a los reconocimientos. Eso es "para la tribuna". Los verdaderos hinchas sabemos quién y qué fue el Tano Roma para Boca.

En este viaje hacia la eternidad, lo acompaña nuestro afecto. El Tano murió sabiendo cuánto lo quiere la gente. Ese fue el mejor testimonio de amor al hombre que entregó todo por Boca.

Por Alberto Félix Fernández