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Crónicas Bosteras: La vida a pedir de Boca

A partir de hoy todos los jueves una nueva entrega. Exclusivo de SoyBoca. Por Ricardo Poilischer

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Prólogo: Esta recopilación no pretende ser un libro de cabecera ni mucho menos un best seller. Es apenas una crónica de recuerdos, anécdotas, que pueden ser propias y colectivas, porque así es Boca, un fenómeno de masas unidas por el hilo conductor de sus colores, memorias que se transmiten de generación en generación, memorias que pueden ser mías y de todos a la vez. Es un homenaje a la gente que la bombonera me hizo conocer y querer, semblanzas de algunos de nuestros héroes donde siempre faltará alguna pues el olimpo de nuestros dioses es infinito, ficciones de insomne y notas que fueron publicadas en momentos urgentes. En definitiva, la necesidad de volcar en el papel, el amor incondicional a nuestra camiseta. A veces creo que lo que van a leer no lo he escrito yo, lo hemos escrito todos, por lo menos los que estamos de este lado de la vereda, donde da el amarillo del sol, y el azul del cielo.

Génesis

La pregunta pudo cambiarlo todo, era sencilla, era simple e inocente, pero lo que no sabía en aquel momento era que la respuesta que diera, cambiaría mi vida.

A fines de 1975, con 14 años, mis viejos decidieron asociarme a Ferro y mandarme a la colonia de vacaciones, que era obligatoria para estar en el club hasta los 15. El club de Caballito era muy recomendado en aquellos días, tenían un excelente cuerpo de profesores y las instalaciones eran magníficas y se practicaban todos los deportes.

Allí fui mi primer día con el bolsito y, después de varias idas y vueltas, me incorporaron a uno de los grupos (eran decenas) denominado “mixto 4”.

No conocía a nadie, todos mis amigos habían quedado en el barrio de Boedo, donde yo vivía, y la verdad me sentía bastante perdido.

Terminé la jornada como pude, exactamente después de nuestro turno de natación de la tarde. Cuando llegué a casa, me di cuenta que había perdido el carnet de pileta, lo cual haría mi segundo día muy engorroso ya que debía volver a hacerlo, otra vez pasar por revisación y además el papelón de empezar con el pie izquierdo.

Al día siguiente llegué cabizbajo y comencé a subir una de las tribunas ya que allí estaban marcados los puntos de reunión de cada grupo. Encaré directamente al profe para comentarle mi desgracia cuando de repente siento que gritan mi nombre y apellido. La voz provenía de un grupo de tres que evidentemente se conocían de antes y hacia allí me dirigí, cuando vi que el aparente líder portaba mi credencial extraviada en la mano.

— ¿Vos perdiste el carnet de pile?  —Me interrogó.
— ¡Uy, si, que bueno que lo encontraste ¡—Y estiré mi mano para tomarlo.
— Pará, pará, no tan rápido —me advirtió el rubiecito de ojos enormes.
Y ahí nomás me hizo la pregunta, la decisiva:
— ¿De qué cuadro sos?
No podía ni dudar mi respuesta, si no le gustaba, que hiciera lo que quisiera.
_ ¡Boca, soy de Boca!
— Ahh —les comentó a sus secuaces—, entonces...es “gente”.

Así fue que conocí a Daniel y a Carlitos, me dieron el carnet, su mano, su amistad, y hoy, 45 años después, son mi familia junto con otros 10 imprescindibles que se fueron sumando a partir de ese día y en poco tiempo.

Por supuesto que entre ellos los hay de distintos clubes, nadie es perfecto, pero hoy siguen iluminando y alegrando mi vida. No puedo evitar pensar que todo empezó con apenas cuatro letras.

Y así fue que un día decidimos militar nuestro afecto por la azul y oro y empezamos a ir a la bombonera. No solo quedó ahí para mí, porque en la cancha conocí más amigos, personajes increíbles y momentos inolvidables. Esa misma bombonera en la que aprendí que con respeto y jugando limpio, se puede brillar, como el peruano Meléndez; que a pesar de las injusticias y el dolor, se puede caminar con la cabeza en alto y orgulloso, como Rattin; que pensando y usando la inteligencia se pueden hacer maravillas, como Osvaldo Potente; que hay que sostener los valores en los que uno cree aunque muchos te reprueben, como el Chino Benítez; que planificando y teniendo en cuenta todos los detalles es más probable llegar a la meta buscada , como el Toto Lorenzo.

Que la belleza no lo es todo, como el equipo de Rogelio Domínguez; que, con una sonrisa y buen humor, se logran cosas increíbles, como el loco Gatti; y, sobre todo, que cuando la popular está feliz, la platea disfruta más, y no al revés.

Mi viejo me decía que hiciera algo productivo en lugar de perder tiempo en la cancha. Creo que más tarde comprendió su error., Alfredo Scarpatti, Santiago Sana, Esteban Baglietto y los hermanos Teodoro y Juan Farenga, creyeron que el 3 de abril de 1905, habían fundado un club de fútbol.

Alejandro Dolina sostiene que quien cree que el futbol consiste en 22 tipos corriendo detrás de una pelota, con ese mismo criterio debería creer que un libro no es más que una mezcla de papel y tinta.

Quien crea que Boca es solo un club de “fútbol”, ciertamente conoce lo que es un club, y sabe lo que es el fútbol, eso sí, no tiene ni la más remota idea, de lo que es Boca.


Sin retorno

1973. Yo tenía 12 años y con mis viejos y mi hermana íbamos todos los fines de semana al Club Comunicaciones. También venía Berta, una amiga de mi vieja a cuya hija odiaba, Laly. Pero la odiaba porque era más linda que el sol y estaba fuera de mi alcance, además de ser un poquito más grande que yo.
Un día nefasto de esos, perdí la pelota de cuero, la número 5, mi amado juguete, lloré, creo, una semana seguida. El primer domingo que estuvo lindo, volvimos a “Comu” y vemos llegar a Berta con una sonrisa enorme. De pronto ella saca una bolsa y me mira tiernamente:
— Esto es para vos—dijo.
Agarré la bolsa y adentro había un paquete. Lo abrí desesperado, ya sabía lo que era.
Al rasgar el papel de regalo, mi gesto se volvió notoriamente sombrío y triste, nadie entendía que carajo me pasaba. Ahí estaba, brillosa y flamante, una pelota No 5 con los colores azul y amarillo.
— No la quiero —dije, no sin evitar un “puchero”.
-Mis viejos se quedaron mudos, un poco por vergüenza y otro poco por preocupación, supongo que pensaron que algo en mi cabeza no estaba bien. Berta, un poco confundida me pregunta:
— ¿Pero vos no sos de Boca?
— Si… —atiné a responder sollozando—justamente, yo a esos colores, no los puedo patear
Y si, algo no andaba bien en mi cabeza. Lo que mis viejos no entendieron hasta mucho tiempo después, es que para lo que me ocurría no existía la cura.


Ricardo Poilischer es socio vitalicio, asambleísta casi sin interrupciones entre los años 2000 y 2015 por la Agrupación Nuevo Boca, recordado por su oratoria a la hora de solicitar la inclusión de estrellas toda vez que la ocasión lo ameritaba. Es Técnico en turismo e instructor de spinning, desarrolla su actividad laboral en el ámbito privado. Apasionado de la azul y oro, el cine y la historia argentina.