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Por Sebastián Varela del Río para Clarín

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El retiro de Juan Román Riquelme.Dejó el fútbol el ídolo más grande en la historia de Boca. Fueron 18 años de una carrera brillante. Se va porque no encontró un objetivo que lo sedujera. “Para seguir jugando a la pelota tenía que ser algo que me interesara”, explicó en una entrevista televisiva.

Debe haber sido en alguna tarde perdida de Don Torcuato, de esas en las que se escapaba del catecismo para jugar a la pelota, en la que Juan Román Riquelme decidió asumir su identidad definitiva, la del Ultimo Diez. Tal vez haya tomado tamaña determinación de manera inconsciente o incluso puede haber sido que sus padres, al educarlo como lo hicieron, la tomaran por él. Riquelme es el Ultimo Diez porque es el exponente magnífico y final de una generación de catedráticos que, más allá de la obviedad del número de su camiseta, llevaron en sus piernas y en sus corazones la voluntad inquebrantable, no de ser futbolistas, ni de convertirse en estrellas, ni de ganar dinero, ni de conseguir copas, sino solamente la innegociable condición de jugar y hacer jugar a la pelota lo mejor y lo más lindo que se pueda. ¿No es eso el fùtbol?Román comunicó su retiro en Don Torcuato, el lugar en el que fundó su amor por la pelota. El Diez se fue en un móvil televisivo con ESPN, canal en el que trabaja su amigo Tomás, con el que come cada jueves. Incluso, anunció su despedida desde La Noche Disco, el boliche de su hermano Cristian, el Chanchi. Allí no hay casualidades, porque Riquelme fue fiel a su esencia de Ultimo Diez hasta el anuncio final de su etapa como futbolista, que debía ser en su lugar, con los suyos y cerca de los afectos, como toda la vida. Allí es que habita el verdadero Román, o el único, el que sólo conoce un puñado de gente, un fuera del sistema que vivió adentro del sistema durante sus 18 años como enganche. Hasta ayer, claro.Con un tono distendido, Riquelme contó algunos de los pormenores de una determinación que tomó entre los últimos días de diciembre y los primeros de enero, sin apuros y sin dudas, como suele hacerlo. "Para seguir jugando a la pelota tenía que ser algo que me interese", marcó ayer. Por eso, hace un mes, cuando confirmó que dejaba Argentinos Juniors se dedicó a esperar y a pensar. A sus íntimos les fue contando que ninguna de las opciones que aparecían lo motivaban a seguir. Por eso, quedaron en el camino dos clubes de Brasil, dos de Estados Unidos, Atlético Nacional de Colombia, Independiente y Cerro Porteño. Con todos habló y casi ninguna de esas noticias apareció en la prensa. Sí, Ultimo Diez."Tengo algo que decirles a los chicos que elijan jugar al fútbol: es el juego más lindo que hay. Es el que más alegrías te da. Nos hace diferentes", contó Román en una suerte de "la pelota no se mancha" con copyright de Torcuato. "De lunes a sábado era trabajo, pero el domingo era el día más lindo de la semana", soltó, como para dejar en claro que al final esto se trataba de amor. "Hoy arranco una nueva vida. Estoy muy contento de la carrera que me tocó hacer. Lo que elija no me dará las alegrías que me dio el fútbol", expresó sobre el final y con nostalgia. Aclaró, también, que ahora le tocará el tiempo de disfrutar a su hijo Agustín, con el que volverá a ir a la cancha, el próximo miércoles, cuando se enfrenten Boca y Vélez. Mientras tanto, narró, se dedicará a "aprender".Con Riquelme se marcha una manera de entender al fútbol y un modo de ejercer la vida. Román dejó de ser un jugador y se convirtió en concepto hace tiempo, cuando plasmó sus convicciones de manera irrenunciable. Por ellas no tuvo problemas en dejar la Selección en su mejor momento por los problemas de salud que las críticas le ocasionaban a su madre. Tampoco dudó en perderse un Mundial por defender a su amigo Alfio Basile ante una ingrata traición. Incluso, cortó el sueño de retirarse con la camiseta de Boca, cuando optó por no convivir más con esos dirigentes que jamás toleraron sus esencias más barriales.Para el mundo del fútbol siempre fue difícil comprender lo más íntimo del pensamiento del Ultimo Diez. El secreto de su barrio y de su entorno volvió loca a una generación de periodistas, acostumbrados al rumor y al sensacionalismo. En el epílogo, también expuso al medio. No hubo complot para volver a Boca, ni plan maquiavélico para voltear a vaya a saber quién, porque, al final, todo se reduce a una pelota. Todo fue comunicado de manera concreta, sin grandilocuencias y con una catarata de sonrisas en la cara de Riquelme. Simple y feliz, como cada una de sus jugadas en una cancha.El fútbol recordará que en una tarde perdida de un enero caluroso, el último de la raza más inspiradora que haya caminado por los campitos de los barrios metió su último pase a la red de las eternidades: "Quiero que me recuerden como alguien que intentaba jugar  bien a la pelota". Juan Román Riquelme es el Ultimo Diez porque jamás renunció a hacer lo que sus piernas y su corazón le pedían que hiciera. Riquelme fue el abrazo de padres e hijos y las sonrisas de las madres al verlos llegar a casa contentos. Fue mil noches de amor y despertares de pura alegría. Fue un corazón latiendo a mil por hora y un cerebro en estado de creación, en La Bombonera, La Paternal, Tokio, Villarreal, Río de Janeiro o Don Torcuato. A partir de aquí, Riquelme será todo eso que aprendimos al verlo y todo lo que sabemos que jamás volverá a repertirse. Juan Román Riquelme fue el fútbol. Eso ha sido.

Por Sebastián Varela del Río para Clarín